"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

martes, diciembre 21, 2004

Cineastas libertarianos II: John Ford, el "fascista" que hacía westerns

Hay que estar ciego, o ser un miserable, o ser tonto-completamente-tonto para concluir que John Ford era fascista. Que hacía westerns, películas de vaqueros, parece obvio. Una de las pocas declaraciones de Ford que se pueden considerar completamente en serio, fue la famosa presentación que hizo de sí mismo en una reunión del sindicato de directores, durante la fiebre de la caza de brujas:



para a continuación dejar la reunión pegando un portazo, dejando a Cecil B. de Mille y sus maniobras paranoico-persecutorias con un palmo de narices.

John Ford realizó a lo largo de su larga trayectoria como director 144 obras, entre películas y documentales. Miguel Marías seguramente es el ser humano que más ha visto, aunque ni siquiera él las ha conseguido ver todas. Por mi parte me tengo que conformar con treinta y cinco, desde La patrulla perdida (1934) hasta Siete mujeres (1966), su testamento cinematográfico. Todos los cinéfilos y fordianos debemos agradecer al programa de José Luis Garci, ¡Qué grande es el cine!, por haber programado auténticas rarezas de Ford, como la extraordinaria The last hurrah (1958). Y que siga.

Nunca se ha discutido el talento de Orson Welles, Renoir o Kubrick. Con razón. Alfred Hitchcock comenzó siendo considerado un director palomitero pero con el tiempo se ha convertido en un autor de culto, quizás el más admirado. Sin embargo, una pesada losa sigue pesando sobre John Ford. Mientras que Hitchcock se convirtió en el cineasta postmoderno por antonomasia, y pasto de los psicoanalistas de salón, Sean Aloysius O'Fearna, que así se llamaba realmente nuestro oriundo irlandés, se ha mostrado intratable para las distintas tribus hermeneúticas, de los decontrucionistas a las feministas, que asolan los estudios críticos. Hay algo en Ford de inabordable, de extraterritorial que lo hace permanentemente inactual. La dureza y la rudeza de sus relaciones, más propias del universo de Aquiles que de la sensibilidad metrosexual, no hacen que sea un director simpático. Por otra parte su valentía moral, que no rehuye la complejidad de la realidad lo convierte ipso facto en alguién terriblemente incómodo para los instalados en los dogmas del papanatismo sensiblero.

Fundamentalmente porque Ford es el director por antonomasia de la Frontera, del choque de culturas y del consiguiente establecimiento de la civilización. Olvídense de Ford los maniqueos, las mentes sencillas y las almas bellas. Ford es el cronista del doloroso parto que supone el nacimiento de un Estado de Derecho y los sacrificios personales, existenciales y morales, que implica.

Dos de sus dos filmes claves son Centauros del desierto y El hombre que mató a Liberty Valance. La primera es una película mítica, la segunda una película imposible. Ambas constituyen mi defensa de John Ford como cineasta libertario.



The man who shot Liberty Valance (El hombre que mató a Liberty Valance, 1962) era, a priori, una película condenada al desastre. Ford había cumplido 67 años y contra su costumbre la película se desarrollaba casi en su totalidad en interiores. ¿Estaba acabado el viejo? Además todos los actores tenían por lo menos treinta años más de lo que les correspondía a sus personajes. Y como en el título original, la película era calculadamente ambigua. ¿Con quién iba Ford? Dos hombres dispararon al matón Liberty Valance, pero solo uno lo mató. La conquista de los derechos se basa en una muerte, cierto, pero, y ahí reside la complejidad moral de Ford, sus protagonistas reciben una herida mortal en lo más íntimo de sus convicciones. Una herida que podrá ser soportada, con dolor y en silencio, pero que nunca cicatrizará. Esa frontera física, la del salvaje oeste, es también la línea de la sombra de la que hablaba Joseph Conrad, una línea moral que Tom Doniphon (John Wayne) y el abogado Ramson (James Stewart) traspasarán en busca de Liberty Valance para, cuando retornen, no ser jamás los mismos.

La película es un catálogo y una defensa de los viejos principios liberales: el derecho a la vida, a la libertad de expresión, a la libertad de asociación, a la libertad de prensa. Junto a Wayne y Stewart en el bando de los civilizados destaca la rectitud moral de Vera Miles, la chica analfabeta que consigue leer y escribir para, a continuación, crear una escuela y, sobre todo, Edmond O'Brien, como siempre borrachuzo, interpretando al periodista Peabody que sale a la calle a tomar el aire, y cuando alguien le dice que se meta en casa, que hay peligro porque anda por allí Liberty Valance, le contesta que está ejerciendo su "inalienable derecho a la felicidad".

Y en un hermoso juego metacinematográfico, mientras que en la trama diegética triunfa la leyenda, otra forma de llamar al mito mentiroso, lo que nos está relatando Ford es la verdad.

Si en El hombre que mató a LV todos y cada uno de sus personajes sacrifican algo de su dignidad en aras del bien común para conseguir el triunfo de la libertad, será en Centauros del desierto cuándo el radical individualismo que subyace en toda la obra de Ford se revele en toda su intensidad. Como un fantasma atormentado Ethan Edwards (de nuevo su alter ego John Wayne, en la interpretación de su vida) recorre en un viaje de iniciación los Estados Unidos en busca de su sobrina (¿su hija?) secuestrada por los indios. A través de ese contraste entre el calor de la comunidad y el precio de sumisión que hay que pagar por él, Ford vuelve a reflexionar sobre el precio de la libertad, la dificultad para alcanzarla y la casi imposibilidad para mantenerla. En ese famoso último plano, Edwards-Wayne, un personaje libertariano en su radical defensa de su independencia se aleja a contraluz mientras la puerta del hogar, de la familia, de la comunidad se cierra tras él. Un libertariano, sin duda, desearía volver a abrir esa puerta para irse con él.

Ford ha sido etiquetado, por tanto, como un cineasta comunitarista, un defensor de los valores tradicionales y conservadores ligados a las comunidades, sin las cuales el ser humano se perfila como un individuo atomizado y esteril. Sin embargo, para un olfato liberal dicha defensa del comunitarismo no deja de tener un aspecto melancólico y residual frente a la poderosa antropología de la individualidad desarraigada de sus héroes más vigorosos. Tanto el trágico héroe Tom Doniphon, como Ethan Edwards el atormentado exiliado, o el "cínico"comisario de Tascosa, Guthrie McCabe, en Dos cabalgan juntos; llegando hasta la protagonista de su testamento cinematográfico, la doctora Andrews en Siete mujeres, uno de los símbolos de la libertad pura no basada en mitos y prejuicios más preclaros que se ha expuesto en una pantalla cinematográfica (y una refutación completa de la presunta misoginia de Ford, por el contrario llena su obra de mujeres fuertes que luchan por su destino en un mundo hostil) constituyen todos ellos un muestrario exhaustivo del carácter libertariano: la defensa de la libertad por encima de cualquier otro valor, la valentía que hay que demostrar para mantenerse firmes en la defensa de unos ideales y unos principios, así como el compromiso moral con los demás, compromiso del que no se hace bandera demagógica sino acción silenciosa, siendo una ilustración perfecta de los avisos de Adam Smith contra la moral quejumbrosa y la falsa solidaridad, meramente nominal.

PD. Agradezco a Sailor Troilor, forista de Cinexilio, el montaje de fotogramas de Centauros y EhmLV

11 comentarios:

Daniel Rodri­guez dijo...

Sólo tengo dos DVDs de pelis de Ford. ¿Adivinas cuales? :-)

Bruenor dijo...

También habría que hacer mención a La Diligencia (Stagecoach), a la que Carlos Rodríguez Braun le dedicó un artículo (creo recordar que en Expansión) analizándola desde el punto de vista liberal.

Anónimo dijo...

Hasta aquí podiamos llegar. Que un tramposo imitador de Hitchcock, llame fascista al mas grande es imperdonable.
Me aburrí de contar los fallos de guión, las veces que nos quiere tomar por gilipollas el Amenabar este viendo Tesis.
Definitivamente, no volvere a ver ninguna pelicula de este imbecil integral.

Anónimo dijo...

Hay que ser muy tonto y muy presuntuoso para llamar fascista a Ford. No es la primera vez que se lo llaman, y en el propio programa de Garci, creo que también hablando de Centauros del desierto, hubo un indigente intelectual que le achacó lo mismo.
Se supone que dicen que la pelicula es fascista por racista, donde se justifica la aniquilación de los indios por los blancos. Esto es una mentira propia del que sólo sabe ver una película con sus prejuicios por delante.
Es verdad que el protagonista odia a los indios, y que se le retrata con simpatía. Pero la película es todo lo contrario. Ford retrata a Ethan como alguien del pasado, alguien que ha sido necesario para construir la sociedad venidera, pero que no encaja en ella. Sus huesos son el abono para lo que vendrá, en palabras de una de las protagonistas. A los indios los retrata de la misma manera: con cierta nostalgia, con simpatía, pero son gente que tampoco encaja con la nueva sociedad. Es cierto que Cicatriz es un cabrón con pintas, es cruel y sanguinario. Pero es la otra cara de Ethan, es igual que él: alguien que se aferra a su mundo desesperadamente. Basta una escena para justificarle, para comprenderle: Cuando dice que el lugar de honor de su tienda lo ocupan ahora sus mujeres e hijas (la niña secuestrada entre ellas). Él tenía dos hijos y los mataron los blancos, desde entonces el consigue muchas , muchas... cabelleras, termina la frase el mexicano que los acompaña. El mismo odio que Ethan tiene a los indios es el que Cicatriz tiene a los blancos, por razones parecidas.

También se olvida siempre que uno de los papeles principales de la película es un mestizo. ¡Un mestizo!. Es el que impide que Ethan mate a su sobrina cuando comprueba qque se ha convertido en uno de ellos. Es la salida que les da a los indios: es imposible seguir manteniendo su forma de vida, su mundo, como el de Ethan, agoniza. El futuro son el chaval mestizo y su novia, la hija de los colonos.

Perdón por el rollo, podría seguir hablando mucho sobre esta película, y suscribo lo comentado por el bloguero. Me he cabreado mucho al leer que este niñato, que, después de todo es lo mejor que tenemos de director en este país, se permita la arrogancia de despachar una de las obras maestras universales con un "es una película fascista".

Un saludo
Ricardo Carrasco

Anónimo dijo...

ford es el mejor poeta visual del siglo XX

Anónimo dijo...

Ah y "Centauros del desierto" la mejor obra cultural del XX, no tengo dudas, pero bueno el arte ante todo es una cuestión de gustos, espero no coincidir con muchos gustos, me siento más a gusto en la minorías ya sean del tipo que sean.

antonio dijo...

Acabo de ver por segunda vez "Centauros del desierto". Tres cosas:
1º. no me parece fascista (fascista es Seagal, Swarzenneger o "300"), pero sí es racista; en una escena muestra a varias chicas que habían sido prisioneras de los indios y aparecen como autistas, con la mirada perdida, como si el contacto con los indios, más allá de ser traumático, las hubiera transformado en animales. En otra escena muestra al "hispano gracioso", al "hispano honorable" y a la "hispana bailaora" (curioso, una gitana flamenca en Texas), lo que deja bien a las claras la visión simplona de ford hacia los hispanos. Pone a los indios como si fueran una gran fuerza en el oeste, cuando en realidad fueron exterminados con bastante facilidad en cuanto los yankees llegaron en cierto número a donde vivían.
2º Esta película no está a la altura de las mejores películas de Murnau, Hitchcock, Welles, Chaplin, Dreyer, Fellini o Eisenstein. Es una gran película, pero no de las más grandes.
3º No me parece que se pueda considerar liberal esta película, aunque si por liberal os referís a la derecha, entonces sí. Los indios aparecen como salvajes (qué gracia el comentario sobre el "estado de derecho", no se a qué coño viene en una película que simplemente trata sobre blancos que odian a indios), los hispanos, como gilipollas, los blanquitos, como gente civilizada y "mu güena", es decir, todos los tópicos del hombre blanco, colonialista, hijoputa y conservador, que por cierto, está de moda. El "estado de derecho" le hubiera servido de algo a los indios si hubiera quedado alguno.

Anónimo dijo...

Sólo un presuntuoso inconsciente puede decir esas cosas sobre John Ford.

Anónimo dijo...

Absolutamente de acuerdo en el capón al insoportable y sobrevalorado Amanábar. ¿Para qué "Los Otros" cuando lo mejor de ella está en "The Innocents" de Clayton? Y que sospechoso es el parecido arranque de "Abre los Ojos" (risible film) con "Espejismo" de Dmytryk.
Pero en cuanto al comentario que se ha puesto acerca de "Centauros del Desierto" como racista...
"en una escena muestra a varias chicas que habían sido prisioneras de los indios y aparecen como autistas, con la mirada perdida, como si el contacto con los indios, más allá de ser traumático, las hubiera transformado en animales."
Interesante. Incluso aquí se desprecia ala víctimas de las violaciones. Porque eso eran... representaban a menores brutalizadas sexualmente. El estado de shock no e sraro. Si nos encontramos a alguna víctima de violación que se atreva a denunciar a un extranjero, la calificaremos de fascista o de no se capaz de asimilar la alianza de civilizaciones. La svaloraciones que hace de los retratos d ehispanos no merecen mayor atención. Lo de asimilar derecha liberal a violencia y fascismo es de libro... de Llamazares.

JGVA dijo...

Acabo de visionar "Las uvas de la ira", basado en un libro cuyo autor fue marcado por el comité de McCarthy (de Actitudes Antiamericanas), más conocido por "la caza de brujas".

El análisis fantástico que haces de Centauros y LV se puede aplicar a la perfección a esta otra gran película en la que el personaje interpretado por Henry Fonda llega a decir que en realidad "no es que cada hombre tenga su alma, sinó que cada hombre tiene un trozo de una alma más grande, la de su comunidad".

Además Las uvas de la ira es una denuncia cruda a la xenofobia. Al rechazo a lo foráneo. Una película muy actual en términos de inmigración.

:)

Anónimo dijo...

Claro que era fascista, lo que pasa es que el bloguero escribe desde su ideología neoliberal y no desde la realidad (me cuesta imaginar algo mas antagónico), por eso trata de "tontos y miserables" a los críticos de Ford, mientras que él muestra la mayor de las ignorancias sobre el género, su historia y la historia de los EE UU.

La realidad es que Ford perteneció a la tristemente célebre "Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals", organización anticomunista al servicio del no menos tristemente célebre senador ultraderechista Mc Carthy.

La "Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals" nucleaba a actores conservadores como John Wayne y Gary Cooper entre otros, además del genocida Ronald Reagan.

El bloguero neoliberal dice: "La película es un catálogo y una defensa de los viejos principios liberales: el derecho a la vida, a la libertad de expresión, a la libertad de asociación, a la libertad de prensa", por el contrario, "El hombre que mató a Liberty Valance" registra una de las frases mas famosas de la historia del cine, cuando el periodista dice: "cuando la ficción supera a la realidad, hablamos sobre la ficción", comentario que habla por sí solo sobre la manera de "hacer cine" de Ford.

Ford era racista, fascista, militarista y fundamentalista religioso, recién al final de su vida -como buen cristiano- se arrepintió de sus "pecados" con pelis como "El sargento negro" y alguna otra.

Los neoliberales no escarmientan nunca, viven el autoengaño con gran pasión. Como se explica sino el hecho de insultar una crítica que aún no han leído en base a la mas supina de las ignorancias?