"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

jueves, diciembre 30, 2004

Contra "Contra la interpretación". Sontag RIP

Hay un trecho considerable entre la década de los 60 y la de los 90. El que transita, por ejemplo, entre la escritura de Contra la interpretación por Susan Sontag y el prólogo que ella misma escribió para una nueva edición de la obra. En este prólogo realiza Sontag una recapitulación de los cambios culturales producidos desde que escribió dicho conjunto de ensayos sobre la misma cultura. Sontag reconocía el triunfo de los juicios de gustos que ella defendía “pero no los valores subyacentes a estos juicios”. El problema de Sontag es que se quiere salvar de la quema que advierte a su alrededor, como el niño que pillado en falta, aún con las manos en la masa, lloriquea “yo no he sido, yo no he sido”.

Sontag certifica la transmutación de valores, nietzscheana que es, que ha desembocado en la barbarie y el nihilismo, triunfantes por la acción del “capitalismo consumista, la mezcla cultural y la insolencia y la defensa del placer”. ¿Qué problema puede haber en este triunfo dionisiaco? En este momento Sontag empieza a derrapar en la deslizante rampa de lo políticamente correcto y en las contradicciones performativas de un discurso que pretende nadar (a favor de corriente) y salvar la ropa (de lo academicamente establecido). La sacerdotisa de Eros advierte, a la defensiva, que “una erótica del placer no significa menospreciar el papel del intelecto crítico”, lo que refleja una cierta mala conciencia: ¿no habré participado en esta banalización epocal, en esta ceremonia de la confusión en que todos los artistas son Duchampes? parece preguntarse la intelectual neoyorquina, que nos advierte, treinta años después, de que cuando señalaba contra la moralización era en nombre de otra moralización en la que hubiera una “seriedad más alerta, menos complaciente”.

“Libertad, ¿para qué?” se preguntaba cínicamente Vladimir Ilich, “Elegir, ¿para qué?” remedaba inocentemente Susan Sontag. Estupefacta constata ahora, buenas horas, la socavación de los estándares de seriedad, ¿los años no perdonan?, y de (esto lo pone entre parentesis, aún reacia a admitir su importancia) honorabilidad. Sontag no termina de comprender cómo es posible que el arte más transgresor del que ella disfrutaba “reforzaría transgresiones frívolas, meramente consumistas”, y esto como prólogo a un libro en el que el artículo más famoso se titula “Notas sobre lo camp”. Por arte transgresor se refiere a Godard y Bresson, ¡bien por ella!, pero también a Las Puertas (The Doors).

Sontag murió hace un par de días. Creo que tomar en serio su pensamiento, criticándolo, puede ser la mejor forma de homenajearla





Sit tibi terra levis


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