"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

jueves, diciembre 23, 2004

Defendamos a los blasfemos II

Leo en "Dirigido por" que Costa Gavras ha sido absuelto de la acusación de difamación formulada por una asociación de católicos tradicionalistas por culpa del cartel de su película Amen



en el que la imagen de una cruz cristiana se conjuga con una esvástica.

En relación a la defensa de los blasfemos que manteníamos ayer, se me ocurren unas cuantas reflexiones. En primer lugar, la enfermiza sensibilidad de los “afectados” para considerarse agraviados por cualquier referencia crítica, por muy leve o metafórica que sea. En segundo lugar, la sensatez de los jueces, uno de los pilares sobre los que se basa un Estado de Derecho. En tercer lugar, la civilidad de los demandantes que no se han puesto a quemar los cines dónde se proyectaba la película sino que hacen algo tan legítimo como interponer una denuncia. En cuarto lugar, plantear la duda de si estos escandalizados, en este caso y en otros, no están a sueldo de las produtoras de las películas, porque suponen una publicidad extra de considerable impacto que, sin duda, consigue que finalmente vean la película muchas más personas que si no se hubiera dado el caso.

La película traza la dualidad de comportamientos con respecto al Holocausto, tanto entre los propios nazis como en el seno de la Iglesia Católica. Los dos intervinientes en el cartel de marras son los protagonistas positivos del film, ya que tanto el jesuita como el oficial se juegan la vida por salvar a los judíos. Es una película muy cristiana, desde un punto de vista cultural, aunque sí que resulta muy crítica con la jerarquía católica de Roma. El cartel, por otra parte, juega con la ambigüedad de la relación que se establece en la película entre los jerarcas del sistema nazi y católico, por un lado, y la trama subyacente, la verdaderamente importante, de ayuda a las víctimas por parte de católicos y nazis.

Y un comentario final sobre la película. Será díficil que Costa Gavras realice una película peor que esta, más simplista, maniquea y populista. Los ofendidos no son los católicos en absoluto. Son, qué diablos, los cinéfilos.

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