Post Data a la ministra de los Goya

Me planteaba qué políticas no intervencionistas se pueden realizar para garantizarle al sistema productivo cinematográfico un campo de acción positivo. Torres Dulce apuntaba en Expansión este fin de semana las mismas razones, y daba un dato que desconocía como es que el autor de esta mentalidad de protección paternalista por parte del Estado proviene, tenía que haberlo imaginado, de Fraga siendo ministro franquista.

Conservadores y socialistas podrán discutir si el condón tiene que ser de latex o de esparto pero a la hora de considerar que los ciudadanos necesitan una tutela,dado que son poco menos que infantes, están básicamente de acuerdo. Así la ministra de Cultura Carmen Calvo cree que es necesario hacer una labor de “prevención y educación” para que en el público español se produzca un cambio de mentalidad hacia la cinematografía nacional. Piensa la señora Calvo, según esta mentalidad que combina que el elitismo conservador con el populismo socialista, que el público no sabe lo que realmente quiere, así que estará “diseñando” un plan que “apueste” por la promoción del cine español (entre comillas dos verbos que les encantan a los políticos) que será caro e ineficaz Según la señora ministra hay que fomentar “hábitos culturales más intensos y que valoren más lo suyo, aunque siempre hayamos hecho lo contrario” según los parámetros del nacionalismo cultural más rancio, siguendo la estela del chauvinismo francés, ya que aunque “el cine de EE.UU. tiene más tradición que el europeo, nuestras culturas son muy diferentes”, lo que muestra una ignorancia en la historia cinematográfica preocupante en alguien a quien se le presupone que, al menos, debería entender un poco de esto de la cultura. ¿Ignora la ministra Calvo que, por ejemplo, la Nouvelle Vague le rezaba a la Santísima Trinidad compuesta por Alfred Hitchcock, Howard Hawks y Roberto Rosellini? Y es que otra característica del cinematógrafo como arte popular es su vocación de híbrido de culturas, de “transversalidad” (otro palabro querido por los políticos) entre todos los seres humanos. Y si es verdad que existen diferencias en las formas de montaje, que a los franceses les encanta identificar con formas nacionales, la mala noticia para la señora ministra es que el cine español ha montado siempre “a la americana”, con lo que si adoptásemos los criterios pueblerinos con los que piensa la ministra tendríamos que concluir que nuestra patria cultural es los Estados Unidos, no las “Europas”.

Como el dinero estatal no es suyo se presta a regalarlo, “como se hace con Izar o los medicamentos”, a los lobbies de presión que ayer, durante la gala de la Academia del Cine, recibieron un reconocimiento a su apoyo político al PSOE con la presencia del mísmisimo Presidente del gobierno que fue recibido por los cineastas como uno de los suyos.

Termino a partir de otras dos acotaciones de Torres Dulce. La primera es que “regalamos el idioma”, ya que otros países nunca han permitido el doblaje de las películas, lo que supone un crimen comparable a permitir que se pinte con colorines el Guernica, como Portugal, Holanda o los EE.UU. que, por medio del representante de su industria Jack Valenti, ha mantenido esa barrera lingüística de entrada. Pero dado que a estas alturas es utópico plantear una prohibición al doblaje, y sería una estupidez intervencionista considerar un impuesto al doblaje, lo que hay que luchar en los foros internacionales es derribar esas barreras proteccionistas impuestas con la excusa cultural, para que el doblaje se pudiera extender en mercados tan amplios como el de los EE.UU. o los emergentes asiáticos.

Por otro lado, Torres Dulce señalaba que “los exhibidores, para poner El aviador tienen que contratar, con semanas de exhibición fija, bodrios rechazados por la taquilla”, de lo que también se quejó ayer Mercedes Sampietro en la gala de los Goya, en un discurso reaccionario, gremial y mal leido. Pero, ¿por qué no acuden al Tribunal de la Competencia? Si existe un mecanismo de abuso de posición dominante lo que hay que hacer es denunciarlo ante las instancias previstas de garantía de la libertad de mercado, no pedir protección, es decir fondos, al primo de Zumosol. Claro que éste ahora en vez de músculos exhibe sonrisas por doquier, y estará encantado de pagar los servicios prestados.