Abrir cada día El País es un acto cargado de suspense. En la página 15 te puedes dar de bruces con un artículo de Felipe González, José Saramago, Carlos Fuentes o Manuel Castells y entonces, más seguro que destripar a una paloma o analizar los posos del té, ya sabes que no va a ser un día estupendo precisamente. Otros días, sin embargo, te puedes encontrar con tus viejos amigos Vargas Llosa, Savater, Havel... o Félix de Azúa.
Hoy nos han amagado con la amenaza de un artículo de Ana Palacio, predecible claro, pero a la vuelta de la esquina ha salido el sol, digo FdeA, que me ha iluminado el alma.
Porque precisamente estoy leyendo a unos herederos del estilo irresponsable y fofo de Barthes. Baudrillard, Bordieu y otros franceses compiten en su línea rococó con la clara y distinta, cartesiana, de la izquierda cultural americana que no ha abdicado de su compromiso con la verdad, la objetividad, la libertad y demás valores y principios liberales que inspiran a la mejor izquierda: Robert Hugues, Camille Paglia, Steven Pinker o Alan Sokal han sido un bálsamo para unos ojos y un cerebro que amenazaba convertirse en
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