Matar a un hombre

"¿Qué es la vida de un hombre en un momento como éste?", le decían al desesperado Dos Passos, cuando preguntaba por su amigo, los Hemingway y otros figurones de la época, arrogantes como pavos y calzados con brillantes botas militares. Y con la palabra "momento" se referían a la Guerra Revolucionaria, al Triunfo del Proletariado, a grandes ideales inflados de mayúsculas"

Escribía Rosa Montero en El País comentando la "desaparición" de José Robles, un repúblicano que acabó siendo devorado por los otros traidores al Estado de Derecho, los que desde dentro del mismo sistema preparaban otra dictadura.

Sigue Rosa Montero:

He aquí la frase maestra que lo dice todo, el concepto que resume los horrores. Porque no hay ningún "momento" que justifique el miserable asesinato de un solo hombre. Ningún fin que justifique el uso de medios abyectos. Todo esto suena muy sensato dicho en frío. Pero luego, en el calor hipnotizante de los grandes sueños, en la borrachera de esas palabras bellas que, como libertad, o igualdad, o justicia, enardecen el ánimo y aturden el pensamiento, los humanos nos convertimos con escalofriante facilidad en meros verdugos. Por eso, cuanto más grande y hermoso sea el ideal, más debe uno aferrarse, para no desbarrar, a la más pequeña y esencial norma ética: no se puede matar ni torturar por una idea

Seguramente Montero ha leído Castellio contra Calvino, ese ensayo lúcido y terrible con el que Zweig nos cuenta el terrible crímen que se cometió en la calvinista Ginebra contra Miguel Servet, en cuya defensa sólo se alzó la voz ilustrada, acongojada pero valiente, de Castellio. En este libro, cuya acción parece transcurrir en el Infierno, el judío errante y masacrado de Zweig recordaba a Castellio, horrorizado ante el vandaval nihilista que se había desatado en Europa por la derecha y la izquierda, y quizás también un poco asombrado de que aquella furia fanática se pudiese estar repitiendo en Europa, aumentada. Y decía Castellio:

"Matar a un hombre no es defender una idea, sino matar a un hombre",

Jean Luc Godard en su último film-ensayo, en lo que constituye la parte más hermosa de una película un tanto fallida, también echa mano del aforismo castelliano.













Gracias Aguadilu por las cápturas ;)