Resistencias cinematográficas

Hirsi Alí, Ebru Umar, Naima el Bezaz son la cabeza de la resistencia feminista, dentro de la cultura musulmana, contra el fanatismo wahabí y salafista. Las mujeres son las víctimas más torturadas y violadas del fanatismo a doquier, pero en el mundo musulmán, tradicionalmente machista y misógino, aún más.

El futuro del Islám será femenino o no será. Por ello películas como El silencio del agua son de Sabiha Sumar tan necesarias.

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En un pueblecito pakistaní la gente vive con sus problemas diarios, cotidianos: el precio de los alimentos, una futura boda... De la ciudad llegan un par de predicadores musulmanes, nada nuevo si no fuera porque el mensaje que traen es de yihad: guerra santa contra los impuros, los imperfectos, los no creyentes. Pocas veces la incubación del huevo de la serpiente del terrorismo ideológico se ha expuesto con tanta simplicidad y, a la vez, con tanta hondura.

El problema de las películas "pedagógicas" es que suelen pecar de previsibilidad y caricaturización, además de un exceso de sentimentalidad. Nada de esto ocurre en El silencio del agua, que constituye una de las películas de "denuncia" más honesta y digna, sin llegar a ser una gran película, que se han visto últimamente. La irrupción y crecimiento de los camisas pardas musulmanes (alimentándose de odio, resentimiento, complejo de inferioridad, calor del rebaño, etc.) es una perfecta ejemplificación de lo que pudo pasar en la Alemania nazi o en la actualidad en el País Vasco nacionalista.

Mooladé es otra película de denuncia. En este caso sobre el terrible asunto de la ablación, una ancestral costumbre consistente en mutilar sexualmente a las niñas. El horror de la tradición se tiñó de infamia cuando la doctrina del relativismo cultural se expandió por Occidente, defendiendo los "derechos de los pueblos" y/o los "derechos de la culturas" contra el "imperialismo" de los "eurocéntricos" que querrían hacer desaparecer estas costumbres en nombre de unos "derechos de los individuos" que no serían sino una mixtificación encubridora de su deseo de colonizar culturalmente a otros pueblos. El relativismo cultural, fase agónica del paleomarxismo, ha apoyado el poder dictatorial de los grupos de poder en los países más atrasados, impidiendo que la democracia, el capitalismo y la ciencia lleguen a ellos.

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Y es que estas películas, que no lo olvidemos están dirigidas fundamentalmente a Occidente, buscando la comprensión y el apoyo están, me temo, destinadas a la esterilidad de una masa occidental anestesiada por su ombliguismo, y que sólo se moviliza cuando se trata de criticar a los EE UU, convertidos en el Gran Satán. La miseria moral de los que han mirado a otro lado ante la valentía moral del pueblo iraquí yendo a las urnas, y los que siguen culpando de los atentados terroristas en Irak a Bush (y llamándo "insurgentes" como una fraila socialista esta mañana en Onda Cero) dificultaran que los oprimidos puedan hacer que su voz sea efectivamente apoyada por Occidente.

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