Alfonso Guerra se mueve en la foto

Mientras Ibarretxe chuleaba al Parlamento español, explicándole que pasaba olímpicamente de él, su legitimidad y sus leyes, no se movía en el hemiciclo ni una mosca. Salvo arriba, al fondo, unas cuantas filas por encima de ZP. Un tal Alfonso Guerra agitaba los brazos, le comentaba algo a su compañero de fila. Parecía a punto de echarse a la arena, al grito de "dejadme una tribuna, un micro, que me lo como".

El domigo pasado le hacían una entrevista en TVE. Declaraba que dos características son las fundamentales en un político: convicciones y oficio. Ninguna de las dos le falta al político andaluz, el único que ha sido parlamentario ininterrumpidamente durante todo el período democrático. Qué tiempos, los de la pana.



Cuando era secretario general del PSOE condujo con mano de hierro la disciplina dentro de su partido. "Quien se mueva no sale en la foto", era un aviso a navegantes, para cubrirle la espalda a González. El juego de "policía bueno y policía malo" le fue divinamente a la pareja sevillana, hasta que el hermanísimo se cruzó por medio (además de la deriva pragmática, excesivamente pragmática del tipo que enterró a Karl Marx).




Comentaba Arcadi Espada hace unos meses:

Un frío que pela y ahí va Salvador Clotas, por la Diagonal, de cara al ocaso. Solo y casi ciego. No ve la luz de los semáforos, y espera a que la gente pase para pasar con ella. Un joven solo y casi ciego. Largo paseo juntos. Esta mañana ha hablado con Alfonso Guerra, como cada día de los últimos treinta años. Vino de que encontró en las primeras líneas de un libro titulado La década socialista una frase de Guerra donde se enumeraban los éxitos del período. El primero, decía Guerra, que ya nunca más se cuestionará el Estado en España y que las tendencias centrífugas han desaparecido para siempre.
—Joder, Alfonso
—Joé.

Ahora Guerra ha alzado la voz, contra el entreguismo blandengue de ZP, que parece dispuesto a pasar por el aro de todas las exigencias nacionalistas. Frente a la desigualdad entre comunidades que pretenden los nacionalistas Guerra, que ya está por encima del bien y del mal, se atreve a salir desenfocado, porque sus convicciones van a la par que su oficio de diablo viejo.




La frase (tonta) del día, del mes, del año se le dijo ayer ZP a Raúl del Pozo: "Maragall ama a España, pero España no entiende a Maragall". Y es que hay amores que matan.