Espe premia a Hirsi Ali mientras sus vecinos la tratan como a una apestada

Con dos meses de retraso me entero que Esperanza Aguirre entregó a Hirsi Ali, junto a Raúl Rivero, el premio de la Tolerancia de la Comunidad de Madrid (sugiero para el próximo año el nombre de Ali Lmrabet, el periodista marroquí perseguido por la teocracia de Mohamed VI). Muy certeramente, porque tanto la diputada liberal holandesa como el poeta cubano están sufriendo (en presente, no lo olvidemos) la persecución de los fanáticos que, en nombre del paraíso comunista y el paraíso de los creyentes en Alá, han puesto precio a sus cabezas (aquí, aquí, también aquí, y más allá)

Tuvo el valor de decir no a las normas de una sociedad y de una cultura que niega a las mujeres el derecho a decidir por sí mismas y a una sociedad que no tolera a quienes se niegan a aceptar que el precio de la vida es sacrificar la libertad y la dignidad de la persona

Salvo el uso del verbo en pasado, las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid a la diputada liberal holandesa reflejan perfectamente la rebeldía, esa voluntad de decir “NO”, que es la marca de la casa liberal, en oposición a los que convierten sus ideales en una especie de sustituto laico de la religión, o los que sólo entienden la vida humana desde la sumisión y la obediencia. Recórdemos que precisamente Sumisión se denomina el corto que realizaron al alimón Theo van Gogh e Hirsi Ali, y que le costó al primero ser asesinado en Amsterdam, a plena luz del día.




Quizás estos reconocimientos sirvan para darle apoyo y calor cívico. Porque la defensa de la libertad está en peligro no sólo por aquellos que quieren destruirla directamente, sino también por aquellos otros que satisfechos con el calor del rebaño, se parapetan tras su miedo y su ruindad. Cuando Hirsi Ali volvió a Holanda, tras un exilio recomendado por las autoridades tras el asesinato de van Gogh (ella también está amenazada de muerte) se encontró con que sus vecinos no querían que viviera a su lado.



Tras estar alojada en un complejo militar, volvió a su casa para encontrarse con el escupitajo moral de su antigua barriada, una zona de apartamentos acomodada, que temía que sus viviendas sufriesen una desvalorización ante el peligro (real desde luego) que se cierne sobre Hirsi Ali. Un prodigio de valentía moral y de coraje cívico frente a la miseria moral de sus vecinos, Hirsi Ali no debe encontrarse sola ante el peligro. Con hechos tan cotidianos como éste, y que puede que sean comprendidos y justificados por tantos, el hecho de que un país culto y civilizado pueda caer en la barbarie de la noche a la mañana se nos aparece mucho más claro.

Nos han costado mucho dinero estos apartamentos, y queremos vivir en ellos tranquila y pacíficamente. Ahora tenemos que soportar la amenaza terrorista

Prudentes y repugnantes palabras. Decía Orson Welles que la caza de brujas fue posible, no por la fuerza de Mcarthy, sino por la miseria moral de los artistas e intelectuales de izquierdas que tuvieron miedo de perder sus piscinas.