Ya lo había denunciado Vaclav Havel en un durísimo artículo titulado Vuelta al apaciguamiento. Y es que Havel como víctima del totalitarismo sabe perfectamente que la política del talante y el diálogo llevada a cabo con tiranozuelos es el equivalente moral del repugnante gesto físico consistente en estrechar una mano blandamente. Húmedamente.
Una de las instituciones democráticas más fuertes y poderosas del mundo -la Unión Europea- no siente escrúpulos a la hora de prometer públicamente a la dictadura cubana que va a reinstituir el apartheid diplomático. Las embajadas de la UE en La Habana confeccionarán ahora sus listas de invitados de acuerdo con los deseos del Gobierno cubano. La miopía del presidente socialista español, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha impuesto. Intentemos imaginar qué va a ocurrir: en cada embajada europea se nombrará a alguien para estudiar la lista, nombre a nombre, y evaluar en qué medida las personas en cuestión se comportan libremente o se expresan libremente en público, hasta qué punto critican al régimen, o incluso si son ex presos políticos. Se acortarán las listas y se tacharán nombres, y esto supondrá frecuentemente eliminar incluso a buenos amigos personales de los diplomáticos encargados de la revisión, personas a quienes han prestado ayuda intelectual, política o material. Será incluso peor si los países de la UE intentan enmascarar sus actividades de control invitando sólo a diplomáticos a las celebraciones de las embajadas en Cuba.
Difícilmente se puede pensar en una forma mejor para que la UE deshonre los nobles ideales de libertad, igualdad y derechos humanos que profesa; principios, de hecho, que reitera en su texto constitucional. Para proteger los beneficios que las empresas europeas obtienen de sus hoteles en La Habana, la Unión dejará de invitar a personas de mente abierta a las embajadas de la UE, y nosotros deduciremos quiénes son a partir de la expresión que adopte el rostro del dictador y de sus asociados. Es difícil imaginar un pacto más vergonzoso.
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