Primer año triunfal.

Frente a la euforia del Presidente ZP, en Juventudes Liberales hacen un duro diagnóstico de este año de gestión. La exigua mayoría de la que disfrutan los socialistas, en manos de las agresivas e insaciables minorías radicales de la izquierda nacionalista, los ha mantenido en un marasmo legislativo en el que han combinado el populismo de cara a la galería (retirada de las tropas en el momento más delicado para los iraquíes (para los demócratas, claro)) con el entreguismo absurdo hacia las demandas chantajistas de los nacionalistas catalanistas.

El único punto positivo es la ampliación de los derechos matrimoniales a los homosexuales (aunque he echado de menos un debate antropológico serio y riguroso del tema, y no el panfletario movimiento con que se ha rodeado).

Desde mi punto de vista, lo peor ha sido el sectarismo con el que han vuelto a tratar la cultura y la educación. El desastre educativo de la LOGSE vuelve a entrar por la ventana, con lo que la "deconstrucción" del sistema educativo estatal, un pilar fundamental hoy por hoy, está siendo llevado a cabo desde dentro, por los mismos que dicen defenderlo.

En el campo de la cultura, la televisión estatal sigue siendo una herramienta de propaganda y manipulación. Los programas del Gran Wyoming, Julia Otero, o ese engendro que convierte la política en un peew show, 59 segundos, son sólo una muestra de cómo el gobierno de turno trata de hacer ingeniería social con la conciencia de los ciudadanos. Cambiaron un programa de libros como era Blanco sobre negro, con Sánchez-Dragó que se comportaba como un presentador ecuánime y plural, por un aburrimiento, denominado Estravagario, en el que Javier Rioyo, su responsable, ha confesado que nunca entrevistaría a alguien como Pío Moa, uno de los divulgadores de más éxito en España, simplemente porque no entra del guión de lo políticamente correcto.

Un año desperdiciado y, lo que es peor, un año que está dilapidando los niveles alcanzados en economía y educación en los años previos.