"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

viernes, abril 15, 2005

"¡¡Yo soy Dios!!"

No puedo juzgar lo que ha pasado en el caso concreto del hospital de Leganés porque los indicios no están claros. Pero sí puedo protestar por el hecho de que los hospitales sean aún cajas negras, en las que el derecho a la información y a la elección por parte de los pacientes (el mismo término ya designa la pasividad a la que se le destina) está infraejercido.

La profesión médica tiene cierta propensión a un elitismo de conocimiento, heredero de cuando eran una clase patricia. De ahí que crean tener el derecho a decidir sobre sus pacientes, convertidos automáticamente en menores de edad a los que hay que tutelar. Actualmente esta tendencia se ha visto agravada por la autoconciencia moral de algunos sectores autodenominados "progresistas" para establecer lo que consideran vida "digna" o "buena" vida, que idenfican demasiado a la ligera con sus prejuicios hedonistas pequeñoburgueses. Y, en el extremo opuesto, por los sectores "conservadores" que se parapetan tras su prejuicios ideológicos y/o religiosos para tratar de imponérselos a los demás.

Todos hemos escuchado historias (¿otro caso de leyendas urbanas?) acerca de médicos que en distintas unidades de los hospitales practican la eutanasia activa con total impunidad y al arbitrio de su saber y querer. Usualmente se corresponden con perfiles pagados de sí mismos, con una concepción desmesurada del estatuto social del médico y permanentemente envueltos en una moral prepotente y superficial que les lleva a creerse por encima del bien y del mal. Aficionados de pacotilla de Nietzsche, creen que la muerte de Dios significa que ellos se pueden subir al pedestal vacío.

Por ejemplo, dice el (ir)responsable portavoz de los servicios de Urgencias de Madrid:

Hay que tener en cuenta que el límite entre eutanasia y cuidados paliativos está en la cabeza del médico.

Para echarse a temblar. Precisamente la misión de unos protocolos establecidos de manera consensuada y racional es limitar el capricho y la arbitrariedad del médico de turno, un individuo de carne y hueso que toma sus decisiones con una mezcla de conocimientos e ideología que hace que sus decisiones sean profesionales y, al mismo tiempo, sacerdotales.

Es fundamental que se rompa con esa cultura elitista que aún tienen algunos médicos y que les lleva a creerse los dueños de las vidas de sus pacientes. Su deber es informar y aconsejar a los pacientes, y su deber respetar las decisiones que tomen estos.

Frente a esta república médico-platónica-bananera, que se evidencia en las palabras del portavoz de los médicos, se hace más necesario que nunca una ley que establezca las condiciones y límites de la eutanasia. Dicha ley ha de hacerse con un debate riguroso, profundo y, fundamentalmente, se debe contar al final con la opinión y el voto de la ciudadanía, es decir, se debe convocar un referendum en el que la población se exprese. O creemos en la democracia o creemos en la iluminación de unos políticos, unos médicos... que decidan por nosotros. No es que yo confíe más en el pueblo, es que desconfío más de los presuntos "expertos".

El mejor momento en la carrera de Alec Baldwin es en Malicia, un thriller en el que interpreta a un médico acusado por un abogado de tener "complejo de Dios", ante lo que Baldwin, un cirujano prepotente y vanidoso, exclama furioso: "I am God!"




Malicia es un thriller pequeño pero interesante, dirigido por Harold Becker, en el que se establece un triángulo entre un profesor universitario (Bill Pullman), su mujer que es maestra (Nicole Kidman) y su inquilino, el brillante doctor Jed (Alec Baldwin). Lo mejor de la película es, sin duda, como subvierte los estereotipos sobre los médicos. Nada de abnegación desinteresada, sino ambición, voracidad sexual, falta de escrupulos, chulería. En un clima de amoralidad larvada el doctor Jed Hill va revelando su ansia de poder y dominación, que le lleva a concebir las operaciones como una lucha contra sus propio records, y la vida o la muerte una cuestión sobre la que él puede decidir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnífica anotación, Santiago.

El ’Hay que tener en cuenta que el límite entre eutanasia y cuidados paliativos está en la cabeza del médico’, del responsable o irresponsable portavoz médico, tus reflexiones subsiguientes (No es que yo confíe más en el pueblo, es que desconfío más de los presuntos "expertos") y sobre todo la reseña que haces de la película ‘Malicia’, me han hecho recordar un episodio de otra película, también sobre ‘expertos’: TELÉFONO ROJO, ¿VOLAMOS HACIA MOSCÚ? (Dr. Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb) de Kubrick, cuando el general Jack D. Ripper (Sterling Hayden) dice: "Mandrake, recuerde aquello que dijo Clemenceau sobre la guerra: la guerra es demasiado importante para dejarla a manos de los generales. Cuando dijo esto, hace cincuenta años, seguramente tenía razón. Pero hoy en día la guerra es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. No tienen ni tiempo, ni conocimientos ni inclinación para dedicarse a la estrategia". Y lo dice con un cartel enmarcado en su despacho que reza: "La paz es nuestra profesión".

Quien sabe si este galeno no tendrá otro cartel enmarcado en su despacho con el ‘Juro por Apolo médico, por Esculapio y por todos los dioses (...) que con todas mis fuerzas y potencias, cumpliré los siguientes deberes: (...) Dispondré para el enfermo el régimen de vida que, de acuerdo con mi capacidad y juicio, repercuta en su provecho, alejándole del que lo perjudique o hiera; a nadie administraré un mortífero veneno aunque me fuera solicitado (...).’