La traición de los intelectuales (por ejemplo, catalanistas)

El famoso, y fundamental, panfleto de Julien Benda contra los que en nombre de la razón provocaron el asalto a la razón (éste o éste, más tarde éste) tuvo el otro día una vibrante continuación en el discurso de Arcadi Espada al recoger el premio a la Tolerancia, que le ha concedido una organización defensora de los derechos humanos conculcados en Cataluña.

Ante el estruendo de la dictadura nacionalista en el País Vasco no se escucha muchas veces las voces de los perseguidos en Cataluña por no someterse a la imposición catalanista. Como en el caso de Méjico, que denunció Vargas Llosa, lo que se vive en Cataluña es casi una dictadura perfecta: una apariencia de democracia, incluso con cambio de gobierno, que oculta una mafia político-económica y una colusión de intereses nacionalistas que no duda en recurrir al chantaje moral y la censura ideológica.

La persecución que sufren los castellanohablantes ha encontrado su último ejemplo en la discriminación de los escritores catalanes que escriben en español, cuya presencia había sido proscrita en la Feria del Libro alemana. Menos mal, Europa sigue siendo un límite contra las ansias totalitarias de los nacionalistas, y la Feria ha obligado a la Generalitat a incluir en el lote de escritores a Marsé, Goytisolo e incluso al difunto Vázquez Montalbán, además claro de los adscritos al pesebre antes pujolista, ahora maragalliano. Aunque Marsé ha declarado:

«a los que vayan a la Feria de Fráncfort les deseo lo mejor. Yo, aunque me invitaran a ese viaje, no iría. Y le diré por qué: la sola idea de verme sentado en el avión junto a Baltasar Porcel o Maria Mercé Roca me pone los pelos de punta»

Del discurso de Espada es incisivo el análisis que hace de la respuesta de Carlos Barral al atentado que sufrió Federico Jiménez Losantos (es revelador el adjetivo "leve" que usa el poeta chic(o)). Y destaco esta frase, que más que una máxima lapidaria es una lápida para la mayor parte de la actividad intelectual en general, y periodística en particular:

El único compromiso, y por lo tanto la única traición posible del intelectual es la realidad.

Y continúa:

Es bien cierto que, dado este peligro ontológico, y dada la alternativa de demolerse ellos o demoler lo real, muchos de los intelectuales del siglo optaron y optan por la demolición de lo real y la imposibilidad, consecuente, de conocimiento, y por lo tanto, de cualquier fundamento ético

Además del discurso de Espada, ayer publicaba el Mundo y hoy veo en Estrella Digital, una carta de diversos intelectuales reclamando la exigencia de un partido político que pudiese romper la omertá que imponen los nacionalistas desde la política y el periodismo (salvo honrosas excepciones, al servicio de la mano que paga). ¿Firmantes? Una pandilla de "mamarrachos neofranquistas": Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Iván Tubau y Horacio Vázquez Rial.