Los muertos no sonríen (y Otegui al fondo)

Sonríen los ancianos, los niños y los homosexuales. Dixit el Presidente de todos y de todas. Pero los muertos ni se inmutan. Y sin embargo, se mueven. Los muertos, a pesar de que los entierres bajo toneladas de flores o una liviana losa de mármol, se resisten a desaparecer.

Como Uma Thurman, una muerta muy viva en Kill Bill vol. 2 , parecen no querer asumir que calladitos para siempre están más guapos. Al revés, se empeñan en indigestar el bollo al vivo. Nada hubiese pasado en Elsinor si el cornudo y envenenado rey no se hubiera aparecido a su hijo, para empozoñarlo con el afán de justicia.





Algo tienen los muertos. Si les deseamos que r.i.p. no es por ellos, es por nosotros. No vayan a venir en mitad de una noche tormentosa a reclamar lo que es suyo. Los muertos no olvidan, ni perdonan. A ellos el futuro, ese fantasma al que se sacrifican los principios, les da igual. Que se lo digan a Heathcliff, mi necrófilo favorito.




John Huston, moribundo, rodó su última película, su última obra maestra. Los muertos. Después, claro, se murió. Angelica Huston llora por un amor muerto, y su marido, vivo pero sin colear, contempla melancólico la nieve que cae sobre todos, muertos y vivos, que pronto estaremos muertos, y nos difuminaremos como fantasmas.






Rajoy se acuerda de los muertos. Y Zapatero hace como que no ha oido. No sé si el Presidente es cinéfilo, pero seguro que ha visto ésta. Sólo sonríen los vivos.

Un bollo para todos. Mientras dure.

PD. Se está preparando un homenaje a Otegui, por su contribución a la causa de la paz. Las invitaciones se pueden ir recogiendo aquí, aquí y aquí. Faltan diez, veinte, treinta años pero todo se andará. Y es conveniente ponerse en la cola, que luego no va a haber asientos para tantos aplaudidores. Derecho de admisión: abstenerse los malos.