"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

sábado, junio 18, 2005

Gays, obispos y ornitorrincos II

Hoy en las calles madrileñas (¡cómo se lo pasan en Madrid!) se escenificará el conflicto entre el lobby de las sotanas y el lobby del arco iris. Ni la Fura dels Baus podría hacer una representación más freak. Mientras tanto recojo el hilo que deje ayer, respecto a la tecnología de la reproducción y la de la información que está transformando, una vez más, esa curiosa institución que es la familia (no hay que irse al Amazonas para encontrar distribuciones familiares peculiares, basta con estudiar la familia en tiempos de los romanos)




El horror ante el cambio institucional viene fundamentalmente de una mala comprensión de cómo funcionan las categorías clasificatorias, que se hipostasian (se creen que corresponden a esencias abstractas inmutables) haciéndose fijas, estáticas. Cuando los zoólogos del Museo de Historia Natural Británico contemplaron por primera vez la piel de un ornitorrinco, en 1799, consideraron que se trataba de una falsificación. Sospechaban que algún gracioso (los taxidermistas chinos venían engañando a los marineros europeos hacía tiempo. Una variedad de cuento chino) había insertado un pico de pato en el cuerpo de un cuadrúpedo. Pero no encontraron una sola puntada. Durante bastante tiempo estuvieron discutiendo los biólogos si era un rayo, un avión o qué. Hasta que tuvieron rendirse a la evidencia: era un mamífero, pero ovíparo, y combinaba con naturalidad rasgos mamíferos con otros reptilianos. Una de dos, o nos cargábamos a los malditos bichos (No dejes que la realidad te estropee una buena (o mala) teoría. Y, al fin y al cabo eran australianos, ¿a quién le iba a importar?) con lo que la clasificación podía seguir más o menos inmaculada (luego podíamos seguir con los equidnas, los canguros y otras rarezas). O bien, reajustabamos las categorías taxonómicas porque la evolución natural no entiende de presuntas flechas de progreso, diseños inteligentes (los ornitorrincos son “monotremas”, es decir un solo agujero comparte funciones excretoras y reproductoras. Parece que la Naturaleza lo único que le importe es que algo funcione... más o menos) y otros aprioris teológicos.

Y si la evolución natural es fléxible, caprichosa e impredecible, ¿cómo no será la evolución cultural? La tradición importa, sí, pero siempre y cuando que las circunstancias tecnoeconómicas no hayan cambiando sustancialmente. Si no, la tradición –costumbres y conceptos- tendrá que adaptarse o desaparecer.



La tecnología de la reproducción, que ya ha permitido un control ajustado sobre la cantidad de la prole permitirá también un mayor ajuste de la calidad (eliminando enfermedades genéticas, por ejemplo). Además se está realizando una flexibilización de las condiciones que la naturaleza biológica nos impone. Las mujeres pueden tener hijos a una edad más avanzada, se pueden congelar óvulos y espermatozoides para una fecundación diferida, incluso personas homosexuales pueden tener hijos propios, o un individuo tener descendencia no sexual.

Estos cambios tecnoeconómicos producen necesariamente cambios sociales. Está en nuestra mano que sean más o menos rápidos, con más o menos matices. Así parece que mientras la clonación terapeútica finalmente se impondrá no sucederá lo mismo con la reproductiva. Será el consenso social el que finalmente desarrollará los diversas tendencias. Pero teniendo en cuenta que dichos ajustes sociales, en cuanto que se incorporen a la ola tecnoeconómica, implicarán un retroceso o un avance económico y en cuanto a la libertad. Por ejemplo, el creciente empuje de las economías asiáticas será todavía más rápido ya que allí hay menos restricciones morales y religiosas a la investigación con células madre, lo que a su vez repercutirá en un empuje económico.

Europa que comprobó antes que ningún sitió la correlación entre avance tecnoeconómico, desarrollo económico y profundización de la libertad (tres factores que se alimentan mutuamente) no puede quedarse descolgada ahora por los frenos morales derivados de una concepción religiosa que a duras penas consigue asimilar los adelantos racionales en la ciencia, la tecnología (y en este sentido, como indica Sartori, en Europa tenemos que estar precavidos contra el avance del integrismo musulmán, en cuyo seno se registran las cotas más altas de rechazo a disposiciones legislativas como el divorcio o, ´como no, el matrimonio entre personas del mismo sexo)

Las relaciones sexuales tienen una raiz biológica modelada por la cultura, en un sentido amplio. Sobre todo por la cultura tecnoeconómica. ¿Por qué ahora precisamente, en el occidente avanzado tecnológicamente, se plantea el matrimonio gay? Es cierto que incluso en las circunstancias históricas comprensivas con la homosexualidad no se contempló la posibilidad de establecer familias. El matrimonio gay sería ahora un epifenómeno social producido sobre:

1. Un reconocimiento del fundamento básicamente biológico, no social (genético y hormonal), de la conducta sexual. El heterosexual, el homosexual, el bisexual basicamente nace, no se hace (lo que no quiere decir que no se puedan tener puntuales incursiones). Los que defendían el antiguo paradigma culturalista de la conducta sexual no tenían más remedio que verse impelidos a una lucha ideológica. Es significativo que la nueva evidencia científica sobre el origen biológico de la conducta social, que por otro lado fundamenta al sentido común ya que nadie parece hacer la elección sobre que sexo le gusta, se encuentra con la tendencia ya dada, sea atacada desde el fundamentalismo progresista, relativista y anticientífico, y el conservador, tradicionalista e igualmente anticientífico.



2. El avance tecnológico de la reproducción. La principal función (aunque no la única, evidentemente) de la institución matrimonial es la reproducción. No se había planteado la posibilidad del matrimonio homosexual porque la reproducción no estaba entre sus posibilidades efectivas. Pero ahora gracias a la ingenieria reproductiva sí se encuentra en su horizonte de posibilidades.

Otra cosa muy diferente es el tempo de la adaptación. Se puede hacer radicalmente como pretende el Gobierno o de una forma más pausada. Dada la radicalidad de la oposición al proyecto es conveniente medir los plazos. En vez de una revolución rosa una reforma consensuada. En este sentido, se podrían alcanzar los fines que se pretenden sin afectar a la institución matrimonial. Es decir, reconocer legalmente la convivencia estable de personas del mismo sexo, dándoles los mismos derechos: prestaciones sociales, procedimientos de adopción, etc.

Más que una debacle platónica de la institución familiar lo que se avecina es un reforzamiento de la misma. Del mismo modo que para revitalizar el mustio compromiso con el sacerdocio sería conveniente para el catolicismo que admitiese el matrimonio para los curas y la incorporación de las mujeres al sacerdocio, sería una muestra de lucidez admitir incluso el matrimonio religioso para los homosexuales. Ampliarían sustancialmente su cuota de mercado en un entorno cada vez más competitivo. Lisa Simpson ha visto las potencialidades de incremento del comercio admitiendo sin cortapisas el matrimonio (unión civil o cómo se quiera llamarlo)

1 comentario:

Anónimo dijo...

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