"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

viernes, junio 03, 2005

Muertos. Vivos. Muy vivos.

Más argumentos contra la negociación oportunista con una mafia terrorista. Reyes Mate especifica las condiciones de un posible contacto (que no "negociación") para gestionar la rendición incondicional de ETA:

Respecto a la quiebra que el crimen origina en la sociedad, podemos hacer mucho más. No basta reconducir al criminal al redil del Estado de derecho, canjeando su libertad por el reconocimiento del imperio de la ley democrática, que es lo que normalmente se pide como precio por la reinserción... No perdamos de vista que incluso en los casos de amnistía o indulto a los delitos de sangre se exige el arrepentimiento. La lógica y exigible renuncia a la violencia por parte del indultable implica la aceptación de las reglas de juego democráticas en las que se persigue el crimen como arma política. Es una forma de reconocer que lo que hicieron estaba mal y por eso renuncian a practicarlo en el futuro. Bueno, pues de lo que se trata es de que todos esos sobreentendidos se hagan explícitos y tengan como interlocutores no al Estado, sino a la sociedad a la que han hecho daño. La reconciliación es un acto social y no burocrático e implica el encuentro de dos movimientos en sentido opuesto: por parte del autor del delito de sangre, reconocimiento del daño hecho a las víctimas y demanda de perdón a quien puede perdonarles, que son las víctimas y no el Estado y, por parte de las víctimas, perdonar si lo estiman oportuno. Tan libre como la solicitud del perdón es su concesión. La escenificación pública de ese doble movimiento parece inevitable y deberíamos aplicarnos todos a crear la cultura que le haga posible...
Lo que preocupa de unas negociaciones con ETA en las que se plantee paz por libertad de los presos es la banalización del crimen de antaño y de unas prácticas políticas hogaño que progresan sobre nuevas víctimas, aunque no sean cruentas.


Y Aurelio Arteta lo remacha:

Seremos fieles o infieles a todos ellos, porque todos significan aquí lo mismo. A menos que, desde esa pregonada heterogeneidad de las víctimas, alguien concluyera que acerca de ellas tanto vale una lectura como la contraria. La diversidad entre esos muertos serviría de coartada para el relativismo político de los vivos. ¡De los muy vivos!...

Hay otras varias formas de traicionar a esos muertos, pero todas se resumen en hacer concesiones inicuas al proyecto de sus asesinos y sus cómplices. Traicionarles significa olvidar, disculpar o disponerse a aceptar en alguna porción la razón por la que fueron muertos, en lugar de condenar abiertamente su ilegitimidad de antes y de ahora. Se humillaría de nuevo a las víctimas si viniera a sentarse que su muerte ha sido políticamente en balde; que, junto a haber sufrido un mal irreparable, ni siquiera se les otorga el peso debido a la hora de clausurar tanto horror. Mejor dicho, que cuentan más en beneficio de ETA y de sus cómplices, porque su carga insoportable ha inclinado al fin la balanza en su contra. Decimos abominar del terror que abatió a mil conciudadanos, pero no tanto de la empresa política por la que fueron abatidos.
De manera que no basta con buscar la paz a secas, que eso exigiría tan sólo la disolución de una cuadrilla de malhechores. Hay que buscar una paz justa, y la única paz justa (y por ello estable) será la que empiece por el reconocimiento de que el terror fue una rebelión injusta; que siga con la demanda de perdón y la reparación posible a las víctimas; y que termine reponiendo la voluntad libre de la ciudadanía. Y esto último quiere decir que, al calor de este proceso, no medren quienes justificaron a los terroristas o se han opuesto con ardor a la ilegalización de sus compinches. Tendría gracia que sacaran partido de la paz los que bastante provecho obtuvieron ya de la "guerra".


Aplausos.

1 comentario:

. dijo...

Son muy lúcidas las opiniones que recoges. Sobre el papel de los vivos y los muertos opino que el exceso de memoria sobre estos últimos tiene consecuencias muy negativas en la solución de los problemas de los vivos. Es decir, no debemos dejar que la lealtad a los muertos nos impida resolver la vida de quienes tenemos que convivir hoy. Hacerlo así y hacerlo sin renuncias que no se deberían hacer, es justo decirlo, es extremadamente complejo.