"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

lunes, julio 11, 2005

Tuerto, sordo y "lúgubre": Wilson y la naturaleza humana

El Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales ha ido este año para Giovanni Sartori, finalista con Safranski. Mi favorito sin embargo era otro: el biólogo norteamericano Edward O. Wilson. ¿Qué pinta un biólogo en un Premio acerca de las Ciencias Sociales? Ahí está la clave de mi preferencia. Si Sartori ha sido cuestionado al menos, que sepa, no le han arrojado un cubo de agua helada como hicieron con Wilson. Grupos de marxistas y fundamentalistas religiosos (tal para cual) llevan orquestando contra el zoólogo de Harvard desde hace cuarenta años una campaña de difamaciones y agresiones violentas. Incluso la Sociedad de Antropología norteamericana estuvo a punto de aprobar una moción para acallar al paradigma que tiene en Wilson a su más genuino representante: la sociobiología. Nada de ello ha impedido que, sin embargo, haya ganado dos premios Pulitzer, uno por su monografía sobre las hormigas y otro por éste, una respuesta a sus críticos, incisiva, un pelín propagandística y fascinante.

Wilson se quedó tuerto cuando tenía diez años al clavarse una espina dorsal de un pez que había pescado. Poco después lo mordió una serpiente de cascabel. Más tarde se quedó sordo. Su pasión por los seres vivos no cedió un milímetro, e hizo de la necesidad virtud. Como no podía ver bien ni oir no se podía dedicar a los grandes animales, ni a los pájaros. Así que se especializó en animales pequeños, que pudiera examinar acercándoselos a los ojos. Dado que los insectos constituyen el número más grande de animales del planeta la elección de un objeto de investigación resultaba obvia. Su interés se centró en las hormigas, que como los himenópteros son animales esencialmente sociales. El estudio de la sociabilidad en las hormigas le llevó a preguntarse por las condiciones de posibilidad biológicas de la sociabilidad animal en general. ¿Tendrían algo en común las hormigas y los macacos, por ejemplo? Esta cuestión fue el primer eslabón del establecimiento de una nueva disciplina, la sociobiología.



El escándalo en los grupos religiosos y de izquierdas, para los cuales la ciencia se reduce a una cuestión de utilidad en referencia a su ideología, vino a partir de la extrapolación de la pregunta sobre las hormigas y los macacos a los seres humanos. Es decir, ¿cuáles son los condicionantes biológicos (genéticos-hormonales) de los seres humanos? Al igual que Galileo y Darwin antes que él Wilson hizo chocar la ciencia con una Iglesia y una Fe. En este caso, además de los mitos religiosos tradicionales, la Iglesia y la Fe marxistas. Richard Lewontin y Rose fueron las cabezas visibles de una cruzada culturalista contra Wilson y la sociobiología. Los más exaltados llegaron a utilizar el chantaje, la censura, la persecución y la agresión física.

Lo que pretende Wilson es cerrar el falso abismo entre las dos visiones del mundo, la científica y la humanística, con una síntesis que la integre.

Los marxistas al atacarlo reproducían el esquema oscurantista que Carlyle alzó contra la economía en el siglo XIX al describirla como: "Una ciencia social que encuentra el secreto del universo en “la oferta y la demanda”, y reduce el deber de los gobernantes de la humanidad al de dejar a la gente en paz, no es una ciencia alegre, no, es triste, desolada y en realidad abyecta y miserable; la podríamos llamar, concendiéndole eminencia, la ciencia lúgubre"

Sobre la naturaleza humana es un libro sustancialmente trivial. Lo paradójico es que lo trivial resulta escandaloso. Publicado en 1978, su tesis fundamental es que “dado que la humanidad es una especie biológica, no debe sorprender que las poblaciones hasta cierto grado sean genéticamente diversas en las propiedades físicas y mentales subyacentes a la conducta social”. Con lo que rompía el mito religioso de que somos pseudoángeles, por un lado, y el dogma marxista de que la conciencia está determinada por la estructura social, por otro (o que somos (únicamente) historia como defendía Ortega y Gasset, o que la existencia precede a la esencia, hermosa y falsa consigna que lanzó el sofista existencialista). Hablar de “naturaleza humana”, y poner ésta en relación con los componentes genéticos y hormonales, amén de relacionar la cultura y la diversidad en la conducta con respecto a los factores biológicos constituía un tabú que Wilson se atrevió a formular.

Wilson defendía axiológicamente dos valores fundamentales de la civilización occidental: la libertad y la verdad. Amparándose en la presunta plasticidad infinita del ser humano los fundamentalistas religiosos y socialistas se han empeñado en una ingeniería social para controlar los parámetros culturales y así diseñar un ser humano a imagen y semejanza de su ideología. La llamada libertad positiva sería así la excusa para el intervencionismo liberticida que se muestra sistemáticamente en las reformas educativas manipulativas (como las que proponía Skinner en Walden 2, subtitulada ominosamente "Hacia una sociedad científicamente construida").

No menos importante es el control de la verdad, reducida para los conservadores y socialistas a un efecto colateral, muchas veces ocultado, de la utilidad de sus intereses. Así la intromisión de las religiones en asuntos que tienen que ver con la ingeniería genética, y la censura que aplican los socialistas a las investigaciones que se topan con las directrices de lo políticamente correcto.

Wilson sintetiza esta doble lucha por la libertad y la verdad dentro de la sociobiología con las palabras de Marvin Bressler:

“Una ideología que tácitamente apela a la igualdad biológica como condición para la emancipación humana corrompe la idea de libertad. Además, impulsa a los hombres decentes a temblar ante la perspectiva de hallazgos “inconvenientes” que puedan surgir de la futura investigación científica. Este indebido antiintelectualismo es doblemente degradante porque probablemente es innecesario”

De nuevo es la peligrosa idea de Darwin la que subyace a la disputa. No olvidemos que ha sido desde las posiciones religiosas y socialistas desde la que se combate la teoría darwiniana con argumentaciones ad hoc. Los fundamentalistas religiosos y los teólogos marxistas coinciden en su incomodidad dentro de la teoría darwiniana, sobre todo en su aplicación al ser humano. Desde los delirios creacionistas hasta la inquisición soviética, pasando por los desesperados intentos de producir una mutación en la teoría darwiniana, el ataque contra Darwin y su teoría sigue siendo tan lugar común como hace un siglo y medio.



También es cierto que Wilson, en mi opinión, se pasa unos cuantos pueblos en lo que podría ser una falacia genética cuando escribe “Los genes mantienen a la cultura atada con una correa y un collar. La correa es muy larga, aunque inevitablemente los valores están limitados de acuerdo con sus efectos sobre el reservorio de genes humanos”, ya que la emergencia de la cultura, aunque tenga su fuente en los genes, pudiera ser que se hubieran independizado de su influencia hasta el punto de que la cultura pueda estar actuando como compensador de la dirección genética e incluso en su contra (con efectos positivos, neutrales o negativos (para nosotros como especie)). Pero en el contexto culturalista de la discusión pública en España el premio a Wilson habría sido un buen revulsivo contra los demagógicos roussounianos, que a partir de unas hipótesis sobre la naturaleza humana, entendida como una tabla rasa en la que se puede escribir (programar) cualquier cosa, han elaborado leyes tan absurdas y perniciosas como la Logse o la Ley del menor. Productos de una especie de sacerdotes laicos, creyentes y adoradores de milagros en base a ese nuevo bálsamo de fierabrás que denominan “educación en valores” y la nueva panacea que todo lo cura: más gasto público.

Pero ya no está sólo Wilson. Libros que guardan un aire de familia con las ideas expuestas por la sociobiología (con divergencias importantes en ocasiones) son La tabla rasa de Pinker, El mito de la educación de Rich Harris, La peligrosa idea de Darwin de Dennett, Caníbales y reyes de Marvin Harris, El gen egoísta de Richard Dawkins o Sistemas de parentesco y matrimonio de Robin Fox.

4 comentarios:

Ismael dijo...

Al habla un incondicional del existencialismo a quien el sofisma de marras le puede parecer tan opinable como a ti, pero que lo reconoce bellísimo.

(Sartre sustituido por "marras", qué tierno eufemismo.)

Libertariano dijo...

Ivalladt. Hay una expresión sartreana que, sin embargo, considera muy acertada, aunque discrepo en su fundamentación: "El hombre está condenado a ser libre"

En mi caso desde la filosofía "naturalizada", en relación a la psicología evolutiva y a la teoría de la evolución (lo que horrorizaría al ángel ebrio gabacho, imagino)

Anónimo dijo...

Como dijo Rosseau "El hombre es bueno por naturaleza". Esta sentencia tiene qué ver con lo qué Wilson llama comportamiento altruista qué es determinado por los genes para la conservación de la especie, y por ende la actuación de la selección natural. Entonces por esto entiendo qué "las guerras en primer plano son provocadas por los patrones geneticos y en segundo plano por la actuación cultural o social". Es un disparate ambiguo y pretencioso, un determinismo biológico aplicado al ser humano, al ser cultural.

Anónimo dijo...

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