"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

jueves, agosto 04, 2005

En la habitación china

John Searle llegó a Oxford cuando acababa de fallecer Wittgenstein en Cambridge. La Universidad inglesa pasaba por una edad de plata, en la que descollaban Austin, Strawson, Ryle. Russell oficiaba aún como Reina Madre. Era una buena época para un talento filosófico como el suyo.

Comida china, bolas chinas, comprar una china... la sinología ha encontrado también su aportación en la filosofía con el experimento mental de John Searle sobre la habitación china (ver infra). De todos los problemas filosóficos quizás el más enigmático sea el del significado. El paso de la sintaxis a la semántica, un proceso que nuestro cerebro realiza rápido pero sin saber cómo (tampoco sabemos la manera en que realizamos la digestión), pero que ha resultado imposible de implementar en las máquinas (en la película sobre IA de Spielberg, el robotito David se rompe cuando intenta digerir espinacas).

El gran fracaso de la IA, respecto a sus propias expectativas, es no haber conseguido realizar una máquina semántica, una máquina capaz de adquirir y producir significados (seguramente la misma forma de expresarlo es ya un error). Como si fuesen autistas, las máquinas artificiales (¿es una redundancia?) manipulan las reglas internas, juegan con ellas, y consiguen simular la conducta humana (juegan al ajedrez, componen poemas, pintan cuadros) pero basándose exclusivamente en una capacidad brutal de manejo de datos en comparación con los cerebros humanos. Pero aunque nos ganan al ajedrez no nos enfadamos con ellas/os (¿?) porque no comprenden su victoria, y mucho menos se alegran por ellas.


John Searle propuso un experimento mental con el que pretendía mostrar que el test de Turing (ojo! el comentarista de wikipedia para el test de Turing creo que malinterpreta el argumento de la habitación china de Searle, aquí para un desarrollo más complet(j)o) era insuficiente para considerar indiscernible el funcionamiento mental humano al funcionamiento de software de una máquina. Searle con ello pretende, entre otras cosas, acabar con la metáfora software-hardware para explicar nuestra conducta mental por insuficiente, y propone, por el contrario, una aproximación neurológica cognitiva.

No me acaba de convencer el experimento mental de Searle, pero la pelota está en el tejado de los que defienden una IA fuerte (que no tiene que estar en contraposición con la aproximación neurológico cognitiva) en el sentido de explicar el fracaso en construir una máquina intencional. Cuando Kubrick realizó 2001 en 1968 parecía una fecha razonable para una máquina capaz de establecer sus propios criterios de actuación. En 2005 lo único que consiguen hacer son robotitos con una inteligencia inferior a la de una bacteria.

La trayectoria biointelectual de Searle está muy bien expuesta en el libro de conversaciones con Gustavo Faigebaum , que edita en papel (25 dólares) y diversos formatos electrónicos (10 dólares) Libros en la Red. Aunque norteamericano estudió en los años 50 en Oxford, teniendo como interlocutores (profesores, tutores y compañeros) a Austin, Strawson, Ryle, e incluso Bertrand Russell. Resulta cautivador su relato de sus filias y fobias, los comentarios de Austin y Russell sobre Witter (como llamaban a Wittgenstein, recien fallecido), el sistema de tutorías británico o su sentimiento de ser un huesped de Inglaterra lo que le hizo volver a EEUU para sentirse ciudadano (lo que provocaba la extrañeza de los británicos: “¿pero con quien va a conversar allí?”)

En EEUU su trayectoria en la Universidad fue también extraña. Tipo de fuerte personalidad al que no le importa crearse enemigos para defender sus ideas, participó en las protestas de la Universidad de Berkeley para reclamar una mayor libertad de expresión (era la época de MacArthy y su caza de brujas). Sin embargo, inmediatamente después se implicó en el gobierno de la Universidad contra sus antiguos compañeros de revuelta porque no compartía sus objetivos revolucionarios. Las opiniones de Searle sobre la derecha y la izquierda (“La derecha es tan estúpida que ni siquiera vale la pena discutir acerca de ella. Pero la izquierda es malvada”), la discriminación positiva (“yo fui partidario de la definición original de la acción afirmativa... que la sociedad... debería emprender una acción afirmativa apra lograr que a la gente que no ha tenido la oportunidad de competir por el éxito en la vida norteamericana le sea dado un impulso extra para competir... (pero de significar) alentar a la gente a competir, pero luego cambió, y acabó convirtiéndose en un criterio para decidir en una competencia... A mí me parecía un ultraje... (Con respecto a la discriminación positiva en la Universidad) no somos una institución política... el objetivo de la Universidad no es el de ser representativa... sino ser superiores intelectualmente, y puede ocurrir que para convertirse en la mejor universidad del mundo uno deba contar con ciertos grupos mejor representados que otros... deberemos contar con más matemáticos judíos que matemáticas negras, simplemente porque existe la tradición entre los judiós norteamericanos de estudiar matemáticas”) o Derrida, con el que mantiene la tradicional tradición de desprecio de los analíticos hacia los “oscurantistas terroristas” del lenguaje, en expresión de Foucault (”los trabajos de Derrida son desechos filosóficos”) lo emparentan con la izquierda crítica y racional de Alan Sokal y que encontró un buen modelo literario en La mancha humana de Philip Roth (lectura imprescindible, en un grado inversamente propocional a la calidad de la película)

Un interesante libro, muy bien dirigido a través de las preguntas y comentarios del entrevistador, cuyo grado de dificultad de lectura se va incrementando a medida que Searle y Faigabaum van dilucidando temas que se relacionan con la actitud intencional, la razón de ser de la metáfora o la distinción entre lo epistémico y lo ontológico que lleva a Searle a ser un realista crítico.

5 comentarios:

Reboot, El Diablillo Cojuelo dijo...

Las máquinas, de momento, sólo se dedican a hacer lo que se les ha programado hacer. El día que se quieran programar a sí mismas, deberán tener capacidad de pensamiento abstracta (podrá plantearse su propia existencia, por ejemplo).

Creo que estamos a años luz de conseguir una máquina similar. Sólo espero que en ese momento se les haya ocurrido a sus programadores montar un equivalente a las leyes de Asimov en su cerebro.

¿? dijo...

¿qué tal Santiago? Tienes uno de los blogs más completos que he podido ver,
y coincido contigo en muchas de tus opiniones de cine, no así en algunos artículos dedicados al Real Madrid, como buen colchonero siempre hay que negar al enemigo aunque sea el mejor.
Ah soy José A. Vigara, ¿te acuerdas de
mí? o ¡tú lucha en favor de la filosofía te ha hecho olvidarte de datos triviales!
Un saludo y sigue con este magnífico blog, por cierto me gusta más El espíritu de la Colmena que El sol del membrillo.

Libertariano dijo...

Todo lo contrario, me encanta saber de ti. Si sigues por Córdoba, dónde voy a estar un tiempo me parece, a ver si quedamos, en la conocida Filmoteca "el Churrasco", a ver pelis rarasraras

Mis burlas por tu colchonerismo tenían un punto de admiración, no te creas...

¿? dijo...

Si en principio voy a seguir en Córdoba, soy "precario" del departamento de Historia del Arte, así que ya nos veremos por allí, a ver si este año hay propuestas mejores en la filmoteca, me conformaría con un buen ciclo de cine japonés clásico. Aunque este año pusieron Blow up, no me puedo quejar tanto. Ah por cierto, como la política siga este rumbo, mi tío Felíx
va a acabar siendo un fascista, ya escucha la COPE y lo que es más preocupante al pequeño talibán de sacristía, un día de estos lo veo yendo a la iglesia.

Nemo dijo...

Esta discusión me recuerda una historia curiosa.

El hombre consiguió crear un ordenador muy poderoso, al que conectaron todos los demás. Le dieron el control de todo el planeta, para delegar en él la organización de todas las tareas materiales. Consiguieron reproducir artificialmente la inteligencia, la consciencia y un sentido moral. Volcaron en la máquina todo el saber que el hombre había acumulado.

Al conectarlo, le hicieron una primera pregunta de prueba al ingenio electrónico: "¿Existe Dios?". La máquina contesta: "Ahora sí".