"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

jueves, diciembre 29, 2005

Lutero: ¿santo o fanático?

Alrededor de 1500 la tensión espiritual en Europa era insoportable. El cristianismo era una olla a presión religiosa que podía estallar por cualquier parte. Lutero, Calvino, Ignacio de Loyola, Erasmo de Rotterdam, Cesar Borgia, Alejandro VI, Servet, Castelio, Maquiavelo, Montaigne... Las guerras y las hogueras eran espitas catárticas. Típico de la época era Fernando de Nápoles, que embalsamaba los cadáveres ajusticiados de sus enemigos para adornar sus aposentos. O Juan Pablo Baglione, de quien Maquiavelo dijo que perdió la oportunidad de volverse inmortal al dejar escapar la oportunidad de asesinar al papa Julio II. Las armas y las letras se disputaban la prioridad. Pero Carlos V se inclinó para recoger del suelo un pincel que se le había caido a Tiziano, hijo de un pastor. Y Julio II, a regañadientes, salió de la Capilla Sixtina porque molestaba a Miguel Ángel.

En la película sobre Lutero, los príncipes y el mismísimo Carlos, ahora I, escuchan a Lutero, al fin y al cabo un frailuco, con fascinación. Carlos, cuando ya es demasiado tarde, refunfuña “Tenía que haberlo quemado”




El biopic sobre Martin Lutero no vale nada cinematográficamente, pero la atracción sobre esa época, el Renacimiento de Occidente, es tan fuerte que se ve con interés. Desde el punto de visto histórico es una serie de mentiras a 24 fotogramas por segundo. La Reforma ya se había puesto en marcha, por ejemplo con Erasmo de Rotterdam, pero Lutero, apoyado por el interés político de los Príncipes alemanes, primó por encima de todo su ansia de pureza y cierta cortedad de miras para realizar una Revolución. Cuando ésta fue demasiado lejos, es decir repercutió contra los Príncipes que la apoyaban, no dudó en justificar una represión sanguinaria contra los campesinos. Por otra parte su furor antisemita es obviado en el film.

Bastante más rigor histórico, y belleza artística, tiene la biografía de Stefan Zweig sobre Erasmo de Rotterdam, o su vibrante relato del asesinato del aragonés Miguel Servet a manos del protestante Calvino (los protestantes defendían la libertad de conciencia, pero como siempre unos resultaron ser más libres que otros) en Castelio contra Calvino.

Nietzsche condenaba la Reforma. Detestaba al fraile gordinflón y cervecero. Nada que ver con al altura vital de los Borgia, tipos que sabían disfrutar de la vida: los mejores vinos y mujeres que no olieran a arenques. Lástima, para Nietsche, que César Borgia, destinado a suceder a su padre en el papado, muriese tan jóven. El cristianismo hubiese sido salvado desde dentro. Y César borraría para siempre jamás a Sócrates y Jesús. Para desgracia de Nietzsche, y de Ingmar Bergman, Lutero resucitó a San Pablo. ¡Qué obsesión más insana con la salvación y la fe! Aut Caesar, aut nihil.

Así mientras Lutero aliviaba la presión ventral traduciendo el Nuevo Testamento al alemán y casándose con una monja prófuga, Alfonso d’Este, más sofisticado y aventurero, se atrevía a casarse con Lucrecia Borgia. Fueron felices (no segun los parámetros burgueses, claro). Eran tal para cual, hermosos, magníficos y crueles, como un par de panteras rodeados de perezosos. Mientras el cura alemán le imploraba a Dios de rodillas que lo salvase, Alfonso construía el palacio Schifanoia, en Ferrara, para “esquivar el hastío”. Un hermano suyo, Hipólito, le hizo arrancar los ojos a otro hermano, Julio, porque la mujer que amaba dijo “preferir los ojos de Julio al cuerpo de Hipólito”. Más tarde, Julio y otro hermano, Fernando, quisieron asesinar a sus queridos hermanos Hipólito y Alfonso. Fueron descubiertos y condenados a muerto. Pero no murieron. Los llevaron al cadalso y allí, otra broma más, les fue cambiada la sentencia a cadena perpetua. Un poco después, Alfonso necesitaba bronce para hacer un cañon y como no tenía otra cosa a mano que una estatua de Miguel Ángel... Al tiempo que contrató a Tiziano, el cual pintó para su palacio en Ferrara Bacanal, La ofrenda a Venus (en el Museo del Prado ambas) y Ariadna en Naxos (en la National Gallery)



Todo este gran follón lo explicó brevemente Orson Welles a Joseph Cotten en El tercer hombre.

En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Angel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz y ¿que tenemos? El reloj de cuco




Aunque Suiza también tendría lo suyo. Llegaba Calvino.

Lo que más me ha interesado de la pelicula: la distinción de los príncipes de la Iglesia en comparación con la vulgaridad histérica de Lutero; los panales artificiales de rica miel y, claro, la imprenta. Miles de panfletos. Lutero sobre todo fue un hábil panfletario, con una hábil utilización de los grabados satíricos, que entusiasmaron a Durero. Hoy las 95 tesis hubiesen circulado en SMS.

A la salida del cine me comentan que para el catolicismo ya no existe ni el Infierno ni el Limbo. Lástima. Al principio, en la religión griega, todos estaban en los Infiernos. No había recompensa ni castigo. Espero que al menos se me permita ser objetor celestial. Mejor solo que tan bien, y masivamente, acompañado.

3 comentarios:

¿? dijo...

Que época más rica desde el punto de vista histórico y artístico, por cierto lo del Tercer Hombre se lo menciona cuando ambos están en la noria a muchos metros del suelo!!!

Eli Cohen dijo...

No hay que olvidar que Martín Lutero fue uno de los grandes antijudíos de la historia. Sin fisuras.

Anónimo dijo...

A mí tampoco me ha gustado nada la película.

Es extraño, pero la mayoría de las palabras que usa Lutero son las mismas que se puede oír en cualquier iglesia protestante española. Me da a mi que se las hacen pronunciar, y así les sale: no es nada creíble.

Por cierto, si te dejan objetar en el cielo, nos veremos en donde nos manden. Objetores no faltarán.

Un saludo.