Solaris es un planeta-océano pensante capaz de materializar nuestros secretos y nuestros sueños más anhelados. En la nave espacial en órbita que lo circunda se están produciendo desapariciones extrañas y conductas aparentemente irracionales. Llega para averiguar lo que sucede un psicólogo que cae rendido a los maleficios benéficos de Solaris: su deseo más íntimo se hace realidad. Pero como nos advirtió John Huston en El halcón maltés la materia de la que están hechos nuestros sueños y nuestras pesadillas es la misma.
El tema es parecido al que se planteó en la divertida y pop, con ese toque freudiano que tanto ha gustado en Hollywood, Planeta prohibido, en el que una civilización superior era destruida al plasmarse en la realidad el contenido de sus sueños.
Se han hecho dos versiones cinematográficas. La primera de Andrei Tarkovski, que fue publicitada desde la Unión Soviética como la respuesta comunista a 2001. Una odisea del espacio. Tiempos... De hecho se podía hacer evidentemente una lectura anticomunista por antitotalitaria del libro de Lem y la película de Tarkovski, en cuanto que intromisión en la esfera de la privacidad y de la libertad del individuo desde una autoridad supuestamente omnisciente.
La segunda fue la propuesta minimalista y modesta de Soderberg, con Clooney en el papel protagonista, que sin alcanzar las alturas líricas y existenciales del film del ruso cumplía la misión de reeditar el misterio del océano pensante, entre lo sublime y lo idiota.
El misterio del libro-películas residía también en las mujeres zombies, reencarnadas en neutrinos o bosones de Higgs, siempre tan inestables y tan elusivas, a las que nos empeñamos en proteger y columpiar en nuestros amorosos? brazos.
Pero la clave interpretativa mayor es la misma memoria, el manantial de nuestra identidad que como una IP se revela dinámica. ¿Qué habrá pasado con la identidad de Lem? ¿Se habrá disuelto, permaneciendo de alguna manera, en el magma intergaláctico?
También ha muerto el artesano Richard Fleisher. Su mejor película fue El estrangulador de Boston, con un terrorífico y vulnerable asesino interpretado por Tony Curtis. Uno de los usos del split screen (pantallas múltiples) mejores que se han hecho en el cine (en televisión es más usual. Y sobresaliente su utilización en la serie 24)
Este sábado comentaba con AD su curiosa Soylent Green, a propósito del rocambolesco título español Cuándo el destino nos alcance. La metáfora de Fleisher era más pedestre aunque quizás por ello más realista: en un mundo superpoblado nos convertirán en pastillas Maggi. A este paso con que me incineren me basta.
Dice la ley de Lem, una de las eternas variantes de la ley de Gorgias, o un corolario de las leyes de Murphy:
Nadie lee nada. Si lee, no comprende nada, si comprende, lo olvida enseguida
Lem es desde ya un clásico, es decir, que está condenado al recuerdo y a la (mal)intepretación. Como decía Calvino
Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir
Nota. Si no han leido el libro y las películas, les recomiendo empezar por la peliculita de Soderberg, continuar con el libro de Lem y finalmente contemplar (porque más que ver y mirar, esta es de las películas que hay que enfrentar con una actitud de contemplación) la legendaria película de Tarkovski.
1 comentario:
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