"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

miércoles, mayo 31, 2006

El Código da Vinci: Neo cristianismo postmoderno 2

No me extraña la reacción que ha suscitado en la Iglesia católica, y aledaños religiosos, el cúmulo de ficciones alrededor de la figura de Jesús que se desarrollan en El Código da Vinci. Hasta ahora el monopolio de la ficción sobre Jesús lo tenía el poder eclesial. Cuestión de tradición. La confusión entre la fiction y la faction, que dice Espada, es uno de los sucesos característicos, y más lamentables, de nuestra época. Un acontecimiento promovido precisamente por los que viven de la fiction institucionalizada. Dan Brown ha pergueñado un simulacro perfecto: un simulacro de libro a propósito de un simulacro de relación entre un simulacro de Mesías y un simulacro de Supermujer simbólica, mitad puta mitad madre, María Magdalena. Los hechos sobre Jesús son tan escasos -que nació antes de Cristo y que murió después de él, poco más- que espabilados, ingenuos, trileros y desaprensivos varios no dudan en lucrarse a costa de su imagen y del bolsillo de los incautos.

Se pueden dar varias cabezadas durante la proyección de El Código da Vinci y no se pierde el hilo de la historia. Lo que significa que la adaptación que ha hecho Ron Howard es magistral: es posible saltarse secuencias enteras del mismo modo que en el libro de Dan Brown se pueden obviar párrafos, incluso páginas, que el (sin)sentido no sólo no desaparece sino que mejora el tempo de la narración.

Por si el lector de esta crónica es un improbable alienígena y no sabe aún de qué le estoy hablando, referiré que en la fiel adaptación estructural de Howard del relato homónimo de Brown se cuenta la insólita trama de la mayor conspiración de la historia de la humanidad. No el asesinato de Kennedy, los amoríos de Lola Flores o la instauración de la II República. Nada menos que la descendencia oculta y perseguida de Jesús de Nazaret, fruto de su amancebía con la al parecer no tan prostituta María Magdalena, que pasaría de ser una mujer de mala-vida-redimida, al amor-verdadero y discípula favorita del Mesías verdadero cristiano y uno de tantos falso del judaísmo.

Toda la historia de la Iglesia Cristiana así vista seguiría siendo la historia más grande jamás contada, pero esta vez desde el punto de vista del fraude y el crimen. Porque sería del Vaticano la mano oculta que empuña el puñal, el veneno y la pistola que ha estado acosando al Priorato de Sión, una especie de guerreros Jedi-Templarios, encargados de vigilar y cuidar a los descendientes de Jesús y María. El asesinato del actual Gran Maestre de Sión y conservador del Museo del Louvre dará lugar a que entren en escena un especialista en simbología, el hombre que buscaba a Ryan, y la nieta del conservador y especialista en criptografía Amélie que vivirán sustos sin fin y se enfrentarán a enigmas imposibles con la sola fuerza de su honestidad e inteligencia.



Nos encontramos, pues, ante la reedición postmoderna de los libros de caballerías, llevado a su máxima explosión de ventas gracias a la globalización y la instantaneidad de la información que consigue que un rumor se multiplique como el peor de los virus de forma inmediata gracias a la televisión e internet. Hoy Don Quijote será un adicto a la WWW, estará participando en foros sobre si la expedición a la Luna de la Nasa se filmó realmente en una cueva en Nevada, bajándose del E-Mule imágenes de Pamela del Anderson y chateando con hard candys. Tan cercano nos parecería más idiota que loco, menos inocente que ingenuo.

La película de Howard tiene todos los ingredientes de la golosina visual, con una proporción adecuada de grasa y azúcar para la mente adolescente: una teoría conspiratoria que apunta a una mano negra constituida en poder fáctico fácilmente reconocible; unas referencias pseudoculturales que permiten hablar a un nivel pedantuelo de lo que se desconoce; un erotismo light apenas insinuado (y que Hanks y Tautou descafeinan aún más con una de falta de química asombrosa); una relación morbosa, por lo improcedente según los cánones, entre el considerado Dios por millones de personas y una mujer que en el imaginario colectivo ejercía el oficio más antiguo del mundo...



Este Aquí hay tomate celestial-cinematográfico cae en la misma inmundicia insinuante y posibilista de su hermano menor televisivo sin la gracia de su frivolidad y desparpajo. Sólo para mentes con necesidad de chute paranoico.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que lo peor de todo es que personas que hace años que no tocan un libro ni para calzar la mesa se hayan convertido gracias a El Código da Vinci en expertos teólogos e historiadores. La impresión que me da es que la mayoría no ha entendido nada.

EOLO dijo...

La chica con la que compartí la película me dijo que si una persona cree que puede entender todo con sólo ver una vez la cinta está equivocada.
Indicó que es necesario tener antecedentes para tener una mejor visión del asunto.
Estoy de acuerdo con ella.
Otra cosa, no creo que la iglesia tenga nada de que preocuparse con la posibilidad de que las ideas manejadas en la cinta, tengan una fuerte impresión en los católicos del mundo, que hagan que cambien de rieles, debido a que en lo personal, no vi por ningún lado, algún elemento de riesgo.

Anónimo dijo...

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