"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

lunes, agosto 28, 2006

Florencia. Instrucciones de uso 4

En el Bargello la Sala Islámica está cerrada. No me dan explicaciones. ¿Una coda al asunto de las viñetas del Profeta? Porque en la Sala Islámica se exhibían algunas representaciones de figuras. En los Uffici tambien esta cerrada la sala en la que se exponen dos retratos de Rembrandt. Esta vez un malhumorado vigilante me da explicaciones: no hay suficientes vigilantes. Haberlos, haylos, pero estan charlando o haciendo crucigramas.

En la Sinagoga ortodoxa de Florencia tampoco hay exhibición de figuras. Tiene un aire morisco esta sinagoga, en la que la ceremonia religiosa, tres horas los sábados a las 9 de la mañana, se celebra en hebreo, con separación de sexos y fuertes aunque discretas medidas de seguridad (los carabinieri hace años apostados en la calle ahora se encuentran integrados en el edificio, junto al resturante vegetariano-kosher !?).

Afortunadamente en el cristianismo venció la rama pagana contra la iconoclasta hasta su definitiva apoteosis en 1401, cuando Brunelleschi y Ghiberti empatan el concurso para diseñar las puertas de bronce del Batisterio. Desde entonces la competencia salvaje entre los artistas para ver cual era el mejor, y los empresarios para verificar quien era el más influyente, les lleva a una carrera “armamentística” para desafiar en belleza y complejidad las obras realizadas y patrocinadas por unos y otros. No le falta razón a una guía para guiris anglosajones al describir a Lorenzo de Medici, grande entre los grandes, como el Bill Gates de la época (quién sabe si alguna vez verá una película de Erice y querrà realizar una labor de mecenazgo...)

Entre todas las obras más que maestras de Florencia, plenas de delicadeza (Fra Angelico), fuerza (Miguel Ángel), matices y matemàticas (Leonardo), equilibrio (Lippi), grandeza (Brunelleschi)... la que más me ha impresionado, sin embargo, es la menos pagana, la más cristiana (en cierta forma la obra más cristiana que he visto jamás), la más fea y desagradable. Parece imposible que alguien tan griego como Donatello, cuyo sepulcro está en la basilica de San Lorenzo, haya podido realizar una escultura tan contemporánea Brunelleschi se reia de el por hacer Cristos que parecian campesinos, pero Donatello tenia razon.

Pero antes de caer rendido por el síndrome de Stendhal, un atracón de helado o alguna cola kilométrica recomiendo darse una vuelta por la devastada iglesia de Santa María Maddalena dei Pazzi (un apellido tan mítico en Florencia como el de los Medici. Véase Hannibal Lecter). Mientras las masas agotadas se arrastran como pelotas de pingpong de un Masaccio a un bolso de vera pelle, de Andra del Sarto (pittore senza errori)a Salvatore Ferragamo, la iglesia de SS. María Maddalena dei Pazzi permanece vacía. Discreta, apenas se divisa desde la calle Borgo Pinti, al fondo de un cortile interno a un edificio. Se anuncia un affresco del Perugino. El cortile es de una simplicidad extrema, un par de franjas de tréboles, alguno de cuatro hojas. El interior de la iglesia está como a mitad de una mudanza, no se respira austeridad sino pobreza, incluso abandono. En la sacristía aparece una de esas mujeres desvencijadas que guardan como perros de presa los templos menos concurridas. Me hace depositar un euro, me indica el camino (giú, giú) y me avisa que el prete no está disponible pero que luego me lo explicara todo. Atravieso varios pasillos de un sótano oscuro y lúgubre que huele a podedumbre. Llego finalmente a la Sala Capitular. El fresco del Perugino que allí se expone es ciertamente bellísimo y, al fin, consigo disfrutar en soledad en Florencia de la belleza artística, aunque sea con la proporcion precio-cantidad de obra mas desmesurado de Italia (los Uffizi cuestan 12 euros, reserva incluida, pero te ofrece cientos de obras)

Cuando salgo me espera la misma señora que parece haber salido de una casa de vecinos de Polanski. La acompaña un señor mayor, pequeño, con los dedos retorcidos. Diríase el Gram Maestro Jedi. La mujer le explica que soy el español que ha entrado a ver el fresco, que ya he pagado y que tenga cuidado con el palo. El viejo me lanza una serie de vigorosos mandobles con una batuta que no cesa de agitar delante de mis ojos y que es ciertamente peligrosa. Señala un atril donde hay diversas postales y fotografías del fresco y comienza un veloz parlamento sobre el convento, la iglesia, la historia de las órdenes cisterciense y franciscanas. Resulta ser el párroco de la iglesia, donde oficia hace más de cuarenta años. De hecho me enseña fotografías del gran aluvión que como un tsunami asoló Florencia en 1966. Estaba dando misa cuando el agua empezó a entrar (estamos bastante lejos del Arno) y apenas le dio tiempo a coger el Cristo y subirlo al altar del piso de arriba, el de las monjas. El cura huele como el subterráneo, una mezcla de moho y humedad. Como le escucho atentamente parece tomarme cariño: me regala una postal del fresco y un diario, La Croix, del que se imprimen, está exultante, 90.000 ejemplares al día. Dice: “El Románico, con su concentración, y el Gótico, la elevación hacia Dios, sí que merecen la pena pero el Renacimiento...” pone los ojos en blanco “con su paganismo y la grandeza de las cúpulas lo estropeó todo...”

Savonarola, a cuya estatua en la Piazza a él dedicada ni las palomas se atreven a posarse, sigue teniendo defensores en la ciudad que inauguró la modernidad, la postmodernidad y la ultramodernidad. Poco después, ya en los Uffizi, comprobaré que la bellísima Anunciación de Botticelli, influido en su vejez por el terrible dominico, se encontraba en sus origenes precisamente en la Santa Maddalena dei Pazzi. Hoy no suscita mucho entusiasmo entre los turistas, boquiabiertos ante la Primavera y Venus, y más atentos a las hieráticas Anunciaciones de Leonardo y Fra Angélico. Sin embargo, la tensión espiritual que se palpa entre el Ángel y la Virgen en la obra de Botticelli transmite la incertidumbre y la inseguridad trágica que se esconde tras la aparente beatitud del hecho que se anuncia. Al imaginar la pintura en su lugar originario y apropiado, en su contexto, se pone de manifiesto la banalidad acumulativa de los museos, en los que los originales apenas tienen mucho más valor que las copias que venden (malísimas en el caso de la Anunciación de Botticelli) en las tiendas de souvenirs.

Llega la mujer y me advierte de que el gran portón ya está cerrado y al cura que ha empezado a llover. Me despido de los amables anfitriones y salgo a la calle dominada como toda la ciudad por la gran cúpula que no volveré a mirar igual.

El museo mejor organizado y más coherente de Florencia es el del Duomo. Contiene los originales de las puertas del Batisterio y la Piedad inacabada de Miguel Ángel. Ambas son obras maestras, perfecta la primera, sublime en su desproporción y ambición la segunda. Pero son otras dos obras las que más me llaman la atención. En primer lugar, uno de los medallones originales que adornaban el Campanile, la torre junto al Duomo. En él Platón está abroncando a su jóven discípulo Aristóteles que no se queda callado. La segunda es la mencionada Magdalena de Donatello, lejos de la imagen reluciente imaginada por Mel Gibson

Pasado mañana pisaré de nuevo España. Tras un mes de voluntaria abstinencia de noticias, apenas las familiares y los blogs de amigos muy cercanos, la descomprensión la deberé hacer piano-piano, nada de periódicos ni telediarios por un semana. La radio, clásica. Sólo ver las películas italianas que me he traído. Rápidamente buscar algún sitio en el que vendan la vera mozzarella di buffala.

6 comentarios:

BGF dijo...

Bonita andanza firenzina... Me ha recordado a este Julio, sobre todo por tu mención a la Magdalena de Donatello, mi escultura favorita del mundo mundial -compartiendo el primer puesto con, lo siento por el platonismo, el David de MG. La Magdalena es impresionante. Una vieja decrépita, putrefacta, repugnante y, de un modo un otro, bella y vivida, como el típico cuerpo usado que incita a la compasión. Por no hablar de la vanguardia de la madera.

Berlin dijo...

¿Pisarás España?, pero ¿qué parte? Un estupendo tiramisú te espera si pasas por casa.

Libertariano dijo...

Ya somos dos, Berti, los deslumbrandos ante esta "salvajada", esto si que es "arte povero", en pleno corazon renancentista. Al David le he cogido cierta orejiza, pero mas bien porque como el perejil esta por todas partes. Prefiero tambien el de Donatello, mas ironico y festivo.

Precisamente ahora voy a visitar el Museo del Duomo por ultima vez.

Berlin, llegare a tu casa el lunes para merendar. Aguantara el tiramisu (que, por cierto, no he probado aqui, esta noche lo remedio)?

¿? dijo...

Uffff!!!!Quien pudiera darse un festín artístico como el que te has 'pegao'!!!
1. No tengo seguro que empataran en el famoso concurso de las II Puertas del Baptisterio, creo que se lo dieron a Ghiberti, por cierto, ¿vistes los originales del concurso, es decir, El sacrificio de Isaac, tanto de Brunelleschi como de Ghiberti?
2. La Magdalena de Donatello es un claro ejemplo de los cambios que experimentan los artistas en sus concepciones artísticas.
3. ¿Te has dado cuenta que en muchos cuadros del quattrocento aparece la flor de lis?
4. Como no acordarse de la conjura de los Pazzi.

Un saludo.

Libertariano dijo...

Magníficos ambos Abraham Killer. Pensar que las tres grandes religiones de hoy comienzan con este iluminado que oía voces asesinas...


Tras el empate les ofrecieron a ambos trabajar juntos, pero Brunelleschi se negó. Al menos eso cuenta la leyenda, es decir Vasari. Otro interesante cuento florentino es que Brunelleschi le quiso dar una lección a Donatello de cómo hacer un Cristo, ya que el de Donatello le parecía horrible porque parecía un campesino (en SAnta Croce). Cuando Donatello vió el de Brunelleschi, en Santa Novella, se quedó tan impresionado que se le cayó una cesta de huevos.


Prefiero el de Donatello, que haría una pareja insuperable con su María Magdalena en el Museo del Duomo. Ahora tienen colocado uno que es también una obra maestra. Proximamente, foto.


Con respecto a los cambios en las obras de los artistas es importante estudiar el contexto de la obra, para apreciar la dimensión pragmática (en el sentido lingüístico). El formalismo, sólo sintaxis y un poco de semántica, es claramente insuficiente. Comiendo una pizza en Udi, en la Piazza Savonarola, contemplando la estatua del frailuco, hay que pensar en su tremenda influencia en los últimos Miguel Ángel, Donatello, Botticelli, Perugino... o cómo un hombre puede cambiar, o casi, el destino de la historia (en este caso, del arte)


La flor de lis la tengo ahora mismo colocada en la muñecha, en cuero barato. :-)


Cuando se está en el Duomo, bajo la inmensa cúpula, mientras a todo el mundo le entra torticolis mirando el Juicio Final, hay que mirar detenerse un momento en mirar las escaleras que conducen al altar, en las que los Pazzi le rompieron la cabeza al hermano de Lorenzo, mientras éste conseguía refugiarse en una sacristía. Hay que imaginarse la sangre y los gritos en el interior del templo, bajo la atenta mirada del Dante. Hay que imaginarse, ya en la Piazza della Signoria, a los Pazzi ahorcados, desmembrados, decapitados y con las tripas fuera. Cosas de italianos.



Un saludo, ya tras una tortilla de patatas y una Mahou

Anónimo dijo...

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