"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

martes, octubre 10, 2006

Ayer, Jean Dominique. Hoy, Anna Politkóvskaya

Anna Politkóvskaya y Jean Dominique son nombres ciertamente atractivos en su exotismo. El frío de Rusia y el ardor de las playas haitianas. Eran, eran, eran periodistas. Los periodistas son gente rara. Muchas veces canallas, la escoria de la sociedad, cínicos y presuntuosos en su enciclopédica ignorancia. Al mismo tiempo héroes de un sistema basado en la competencia salvaje de una exclusiva, un titular, que se aproxima milagrosamente, asintóticamente, a la verdad. Howard Hawks los retrató inmisericorde a la vez que admirado en el rápido, sarcástico, listo como el hambre Cary Grant en Luna Nueva (el espejo secreto, sospecho, de Pedro J.)



No se ha estrenado en España The Agronomist, el soberbio documental que Jonathan Demme hizo de Jean Dominique. Un seguimiento a ras de suelo durante años del ingeniero agrónomo que devino periodista, conciencia crítica de Haití, defenestrador de dictadores, propulsor de presidentes y finalmente asesinado seguramente por los mismos que había elevado a los altares de la política, que le pagaron así el que su único compromiso fuera con la verdad, con la realidad.




Desde las denuncias a la estrafalaria familia Duvalier hasta la borrascosa entrevista al iluminado sacerdote Aristide, al que había apoyado por su compromiso democrático y al que le echó en cara, en vivo y en directo, la corrupción que minaba su gobierno populista (ah! los enterradores de Montesquieu, de Guerra a Evo, pasando por Lula y Chávez). A través de sus diversos exilios, la figura un tanto histriónica, intensamente verbal, volcánica de Jean Dominique, uno de esos raros hombres a los que el sentido de una misión les protege como una coraza, va emergiendo del documental de Demme tan poderosa que finalmente, cuando es asesinado a las puertas de su emisora de radio, no se siente una gran pena, si acaso una sensación de que tuvo lo que se buscó, en el sentido de que Napoleón, si la vida fuese una película, habría muerto en Waterloo como Nelson murió en Trafalgar. En el sentido de que son pocos los hombres que consiguen una muerte a la altura de su vida.

El dvd se puede comprar en la isla de Jersey sin gastos de envío ni impuestos varios a mayor gloria del cine español. La versión americana, con subs en español.

¿Habrá habido algún documentalista, un artista de la realidad, siguiendo los pasos como un chucho, olisqueando y mirando desde abajo, a la Politkóvskaya? Ojalá



1 comentario:

Anónimo dijo...

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