Cien años justitos de una muchacha en tierra extraña

Ella se derrite ante él: “Nadie lee ni ha leído nunca como tú”

Él le escribe poemas: “Silencia el alma la primavera azul./Bajo el húmedo ramaje vespertino/Se inclinó estremecida la frente a los amantes.”

Él es un romántico “A menudo, cuando estoy muy cargado, me voy de un salto a la montaña más próxima y dejo que la tempestad brame en torno a mis oídos”

Ella: “Me siento como aquello que soy, sin más ni más: como la muchacha de tierra extraña” Tierra muy extraña esa: “Estoy en todo momento dispuesta... a hablar de estas cosas de manera objetiva y política; creo saber bastante sobre ello, pero sólo con la condición de excluir lo personal-humano. El argumento ad hominen es la ruina de toda comunicación porque incluye algo que se haya fuera de la libertad del ser humano” Y es que “nunca me he sentido como mujer alemana y desde hace tiempo he dejado de sentirme como mujer judía”

Él respondió: “La tierra extraña,/también para ti extraña,/es:/montaña del placer, mar del sufrimiento,/ desierto del deseo,/albor de una llegada./Tierra extraña: suelo natal de esa mirada/que inicia mundo./Inicio es sacrificio./... Extraña de tierra extraña, tú-/habita en el inicio.”

Ella le pregunta si aquello que ha escrito “Lo real es en cada caso lo real de algo posible; y el hecho de que sea real, remite en última instancia a algo necesario”

Él era “el rey secreto del reino del pensamiento” porque su pasión era “el pensamiento como actividad pura, es decir, no por la sed de saber ni por el afán de conocimiento” Ella, siempre tan racional, él que despreciaba la razón porque contaminaba y pervertía al Pensamiento. Ella siempre lo admiró y finalmente le perdonó, aunque él nunca pidió perdón. Fue el Maestro, pero el maestro más infame.

Paul Celan que visitó la casa del campesino-filósofo en la Selva Negra, en Todtnauberg, le imploró una palabra de rectificación. El que se consideraba el más grande sophos desde Heráclito pensó en suicidarse, pero finalmente fue el poeta judío el que se tiró al Sena. Poco antes había compuesto Fuga de muerte, "la Muerte es un Maestro venido de Alemania"

Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza

...

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita

Hoy, Sulamita en una corte de Margaritas hubiese cumplido cien años. En Los hijos de Heidegger, Richard Wolin traza un retrato agudo y nada complaciente de algunos de los discípulos judíos del rector nazi.