Para Tarkovski su profesión era una vocación, con trascendencia mística y monacal. Bendito sea. Nada que ver con los imperativos del Mercado o las imposiciones del Estado.
Ya lo dijo otro santo, mi no menos admirado cineasta aunque analfabeto político y económico, Erice
La personalidad de Tarkovski no podía ser asimilada fácilmente a ninguna filosofía doctrinaria ni encerrado dentro de los estrechos límites de una ideología. En este sentido, se sintió tan alejado del comunismo soviético como de la sociedad de Mercado occidental: a ambos acusó de una falta grave de espiritualidad, de un culto al materialismo más ramplón.
El Estado comunista lo persiguió, y aunque no es un ídolo del Mercado capitalista éste no lo trata mal. Sutiles diferencias que Vargas Llosa explica al director español.
Tarko era un santo, un iluminado, un mesías. Bendito sea. Pero otros mundos, igualmente bellos aunque más prosaicos, son posibles.
Las tres horas de la película tienen una intensidad, una verdad y una belleza casi insoportable. Es la película más elemental que he visto: lluvia, hogueras, arcilla y viento consiguen que la sala se impregne de olores, no siempre agradables. El crescendo de la película, las idas y venidas espirituales de Rublev, terminan en un apoteosis de optimismo antropológico que salva al pintor de iconos de la impotencia. El barbilampiño constructor de camapanas ¿consigue culminar su desafío?
1 comentario:
creo que el comentario es elemental, porque solo te quedas en la anecdota y no captas la sensibilidad del director que esta hablando de algo mas que un pintor de iconos y un hacedor de campanas, hay toda una postura sobre el papel del artista y la obra de arte, tambien sobre la relacion del hombre con lo sagrado ...por favor vela de nuevo
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