"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

miércoles, septiembre 19, 2007

La carretera, Cormac McCarthy

La carretera, de Cormac McCarthy, es un título vulgar para un libro extraordinario. En cuanto a su belleza, a su moral, a su belleza moral. Pocas veces se habrá dado que la ética y la estética alcancen una conjunción formal y de contenidos tan vasta y profunda como en esta novela.

Un padre y un hijo, a través de un valle de tinieblas, de un coto de lobos humanos, se sostienen mutuamente gracias a la fe, la esperanza y la caridad. Al amor.

Un padre y un hijo, a través de un paisaje infernal, de una tierra baldía por la explosión de cientos de bombas de vacío (aunque nunca se explicita la fuente de la devastación), sólo comparable a las descripciones de Dante, luchan por sobrevivir manteniendo en lo más negro de la desolación y la insania una lucecita de dignidad.

Empezaron a encontrar junto a la carretera algún que otro pequeño mojón de piedras. Eran señales de idioma gitano, pateranes perdidos. El primero que veía en bastante tiempo, comunes en el norte a medida que salías de las ciudades saqueadas y exhaustas, mensajes sin esperanza para seres queridos desaparecidos o muertos. Todas las provisiones de comida se habían agotado ya y el asesinato reinaba en la región. El mundo al poco tiempo poblado mayormente por hombres que se comían a tus hijos ante tus propios ojos y las ciudades en poder de bandas de atezados saqueadores que abrían túneles en las ruinas y salían reptando de los escombros blancos de dientes y ojos con bolsas de malla repletas de latas chamuscadas y anónimas como compradores salidos de los economatos del infierno. El blando talco negro barría las calles cual tinta de calamar desparramándose por un lecho marino y el frío se pegaba al suelo y oscurecía temprano y los carreñeros al pasar con sus antorchas por los escarpados desfiladeros dejaban en la ceniza hoyos como de seda que se cerraban silenciosamente a su paso como ojos. En las carreteras los peregrino se derrumbaban y caían y morían y la tierra yerma y amortajada iba rodando hasta el otro lado del sol y regresaba sin dejar huella y tan inadvertida como la trayectoria de cualquier mundo hermano sin nombre en las inmemoriales tinieblas de más allá.

William Blake escribió:

El Bien es el elemento pasivo y sumiso de la razón, el Mal es el activo que brota de la energía. Pero la energía, es decir el mal, es el goce, y por lo tanto el deseo no debe ser frenado, bajo pena de volverse pasivo e improductivo.

McCarthy destroza en 210 páginas el romanticismo irracionalista, decadente, frívolo de Blake, que creía que el artista está instintivamente de parte de Satán. Pues no. McCarthy se pone de parte de Dios, o de la Razón, o de las Luces, como prefieran, frente al Oscurantismo, la Irracionalidad, el Relativismo. El libro está dedicado a su hijo, una ética a Nicómaco que prefiere mostrar en lugar de demostrar, una educación en valores sobre los fundamentos más básicos de la moral. Esta es una novela de buenos y malos, en la que rezamos en cada página para que finalmente los lirios de la virtud triunfen sobre las rosas del vicio.

Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio.

Cormac McCarthy no ha tenido en nuestro país el eco de otros grandes escritores norteamericanos como Pynchon o Roth. Consulto la Encarta y no le dedica ni una referencia. Sin embargo, Harold Bloom, Juan Pedro Quiñonero o The New York Times lo sitúan en lo más alto de la literatura americana. Ganador del Pulitzer y desde ya número uno para el Nobel, McCarthy ha contado con el hándicap de escribir dentro de las convenciones del género. Así el western en esa obra maestra absoluta que es Meridiano de sangre, en el thriller con No es este país para viejos o en la ciencia ficción de La carretera. Además, frente a la vanguardia estéril su preocupación mayor ha sido nada más y nada menos que contar buenas historias de la mejor manera posible, sin preocuparse de dar trabajo a los académicos del futuro sino más bien llegar al sector de lectores más amplio posible.

Todavía tendremos que esperar al próximo año, me temo, para saciar nuestro hambre de cine maccarthysta gracias a la adaptación, al parecer magistral, que han realizado los hermanos Cohen de No es país para viejos, cuyo guión podéis consultar aquí, y en el que Bardem hace un gran trabajo con uno de los personajes poderosamente nihilistas, su reverso tenebroso, que elabora McCarthy, el asesino en sueldo, en serio y en serie, Chigurh. Aquí podéis leer el primer capítulo.

La carretera tiene también esa potencia cinematográfica de toda la obra de McCarthy. Me recordaba mientras la leía a La vergüenza de Bergman o a Sacrificio de Tarkovski, otras obras inmensas, aunque discutibles, del arte apocalíptico. Pues bien, ya se ha puesto en marcha el proyecto con Viggo Mortensen en el papel del padre, lo que siempre es una garantía de contundencia interpretativa. También para el más inmediato David Cronemberg, Eastern promises.

He encontrado en youtube este video inspirado en La carretera, con la voz aguardentosa de Lee Marvin leyendo The Dead Flag Blues



9 comentarios:

Anónimo dijo...

Santiago,

... hombre, te pones en un plan tan amistoso...

En cualquier caso, tu visión de CM me parece exacta, potable y oportuna, al nivel intelectual que corresponde y se obstinan en no ver en Carpetovetonia.

Saludos,

Q.-

Libertariano dijo...

Juan Pedro, este fin de semana, en una velada con personas cultas ninguna había oído hablar de Cormac. Esta laguna tenemos que rellenarla con agitación bloggera. Y tú con más amplitud desde tu columna periodística.

Un saludo

Anónimo dijo...

Libertariano..

Supongo que de libertarian... que yo traduciría libremente entre anarcocapitalistas y libertarios, sin más. Pero, al grano:... "mi" no es exactamente mía... está(n)condenada(s) a una cierta disciplina laboral... en mi Infierno, si que escribo más o menos sobre lo que me interesa... dentro de límites un poco absurdos que me impongo yo mismo, para no ser perfectamente arbitrario.

Avanti!!...

Q

Libertariano dijo...

Y se complementan a la perfección. Desde luego el invento blogger ha sido muy beneficioso para aumentar la cantidad y calidad de las conversaciones.

Lo de "libertariano" es el término que se usa en los EE.UU. para los que en Europa se denominan "liberales", término que allí se usa para lo que nosotros llamaríamos a grosso modo "socialdemócratas". En fin, un pequeño lío terminológico para un admirador de las ideas de Adam Smith, Isaiah Berlin, Hayek, etc.

Saludos

Anónimo dijo...

Me parece increible que el autor diga que no va a dar trabajo a los estudiosos. Si algo tiene McCarthy es estructura y una técnica narrativa demoledora, innovadora, en especial en La Carretera. Parece fácil, pero es tremendamente compleja y precisa su forma de narrar. Acaba de dar veinte pasos por delante de todos. Para mí hoy está a la altura de Faulkner. Dentro de 500 años, McCarthy sea uno de los diez.

Anónimo dijo...

Yo hace años que no recomiendo a McCarthy. Estoy harto de simplezas sobre sus libros. Para mí es el mejor escritor de la actualidad. Veinte pasos por delante de todos. Lo sigo con devoción y reconozco que con el teimpo ha sabido desbrozar su prosa para ser un narrador a la altura de Faulkner o Dostoivesky. La precisión, el hiperrealismo de los actos, de los gestos, la elegancia a la hora de dar, de repente, una pincelada que hace brillar el cuadro. Los escritores de hoy vamos con la lengua fuera, forzados, pedaleando para llevar la historia a alguyna parte. McCarthy es como Mozart. Levanta las manos y la música fluye. Creo que es el mejor ejemplo de la sentencia de Rimbaud (someter la acción a ritmo). Nadie lo hace como él. Sus diálogos trabajan en canales propios, sirviéndose del contexto, todo lo contrario de lo que hacen los demás: pregunta respuest pregunta respuesta. Sin emoción, sin catarsis. Me entusiasma Meridiano de Sangre. Pero creo que es aún muy superior No es país para viejos, con esa técnica explosiva. pero reconozco que La Carretera es una obra maestra, una road movie bíblica. Qué absoluta perfección. Un maestro de maestros. Este es el orden para los próximos cien años: Virgilio, Shakespeare, Baudelaire, Faulkner, Joyce, Bernhard y Cormac McCarthy.»

Libertariano dijo...

Pues uno más para la troupe de admiradores de McCarthy.

Respecto a lo que comentas igual no me he explicado suficientemente. No digo que McCarthy no vaya a ser objeto de estudio académico, sino que él no escribe pensando en como lo van a destripar los académicos, no escribe, como sí dijo Joyce que él lo hacía, pensando en la tribua de los gramáticos, sino de los lectores a pie de estantería. Los que hacen que la literatura siga estando viva y no sea un objeto de autopsia congresual.

Lo que comento es que a diferencia de Joyce y su banal pretensión de escribir para los académicos, aparte de su indudable brillantez, McCarthy no está obsesionado por la idea de la Literatura, con mayúsucula, como un sustitutivo de la Religión ni del Literato, lo mismo, como una derivación laica del sacerdote.

McCarthy escribe libros, novelas, buenas historias que encuentran en su prosa la mejor forma de expresión. Sin coartadas metaliterarias. A diferencia de Joyce y las corrientes francesas, que parecían estar más interesadas en la Política de la Literatura, con sus academias, sus escuelas y sus ghetos, McCarthy se ocupa, con humildad de artesano, en escribir buenas novelas.

La Literatura, como producto pseudofilosófico ha muerto, pero McCarthy demuestra con sus novelas que la literatura sigue estando tan viva como con Homero.

Un saludo mcCarthysta Ángel.

Anónimo dijo...

Lamento no estar de nuevo de acuerdo. No hay genio que escriba pensando en la posteridad, ni ninguno que no piense en ella. Entiendo tu explicación, y en parte estoy de acuerdo, pero es que el ejemplo que pones es Joyce, y no hay ninguno más. Incluso lo dudo de él. Joyce, probablemente no debiera estar en una libreria, sino en el Metropolitan. Desde las cuevas de Altamira hasta hoy, los genios crean. El Arte es un misterio. hay sacerdotes que se pasan una vida alargando la mano para tocarlo, y unos pocos son capaces de ahondar, de intuir donde esta la clave misteriosa del arte. Hablar de las intenciones de estos autores sobre los estudios que en el futuro se van a realizar sobre ellos, es empezar la casa por el tejado. No están en esas. El Greco levantaba una mano y trazaba una pierna. Y los Papas se echaban a temblar. Es la dirección correcta. No la inversa, amigo. Es el misterio del arte. Lo demás son aplausos. Odio a los saramagos: sus comunismos artísticos. Oí decir en el Cervantes de NY a un escritor chileno cuyo nombre me callo: escribir es como cortar jamón. Ya. le dije a la salida. Ya. Son el gran enemigo. Creer que unos son así y otros son Cormac y que todos podemos hacer todo. No. Lo siento. No. Hay diez nombres en el siglo XX. O quince. No mil cincuenta. Y los estudiosos solo aciertan cuando los estudian a cincuenta años vista.
Un abrazo, amigo, y gracias, de corazón, por contestar.

Anónimo dijo...

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