“Tendremos que arrepentirnos en esta generación meramente no por las palabras odiosas y acciones de la mala gente, pero por el espantoso silencio de las buenas personas.”
En Arteta, en Elías, en todos ellos, tuve ocasión de discernir el cabreo de soportar una situación injusta, tanto por los maltratadores como por sus cómplices pasivos, como una voluntad animosa y alegre para no permitir que el asesinato criminal y civil empozoñe su espíritu. Pilar Elías nos comentó al final de la cena en Bodegas Campos, con un suspiro, la diferencia entre la cálida acogida que les habían proporcionado en Córdoba y el silencio sepulcral con el que los envolvían hace poco tanto por la derecha como, sobre todo, por la izquierda. La disciplina interna de esta mujer, esa fortaleza del temperamento que sólo la tienen los espíritus sanos y poderosos que sienten el valor de las raíces y el sentido justo de las palabras, flotaba por encima de nosotros e imperceptiblemente atraía todas las miradas. Siendo tan pequeña se nos aparecía como una gigante.
Los que allí estábamos nos conjuramos para que nunca más se volviesen a sentir solos. Porque
“Sin justicia, no puede haber paz. Aquel que pasivamente acepta la maldad está tan envuelto en ello como el que ayuda a perpetrarla”
PD. Ah, Cándido, Cándido...
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