"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

martes, septiembre 09, 2008

Intelectuales orgánicos y minerales

En El País, como en cualquier otro medio, hay una multitud de intelectuales orgánicos, que mantienen el peso de la lectura masificada, y una minoría de intelectuales minerales, que fidelizan al lector crítico e independiente.

El intelectual orgánico, como si fuese un miembro cualquiera del CGPJ, es previsible porque come, bebe e inclina su cabecita prefabricada en la voz de su amo. El intelectual mineral es inalcanzable por el sectarismo ideológico y la vulgaridad de las procesiones políticas.

Por ejemplo, escribía Antonio Muñoz Molina este fin de semana en Babelia

La doctrina oficial es más o menos la siguiente: en España, hasta hace muy poco, no se pudo escribir y casi ni hablar de la Guerra Civil o de la posguerra desde el punto de vista de los vencidos. Primero fue la represión franquista; luego el así llamado "pacto de silencio" de la Transición, por culpa del cual, y en nombre de una dudosa concordia democrática, se suprimió la memoria de los perdedores. Por fin, sólo hace unos pocos años, algunos libros empezaron a romper el silencio, algunas películas, gracias al Gobierno de Zapatero. Se estrena Los girasoles ciegos y un oyente llama a la radio para expresar su alivio, su alegría: "Por fin se puede hablar sin miedo".

Es una doctrina confortable. Permite el sentimiento halagador de estar participando, sin mucho esfuerzo ni peligro, en la reparación de una larga injusticia, en el descubrimiento de lo escondido durante muchos años. También de estar al día: de recibir, de algún modo, la legitimidad de los derrotados, hasta de alzarse en rebeldía contra el fascismo o la dictadura, con la ventaja no desdeñable de que esa rebelión virtual sucede en el espacio clemente de una democracia. Los libros, las películas de moda ofrecen una memoria tan gustosa de saborear como un caramelo, con ese aire en el fondo tan acogedor que tiene el pasado en el cine de época: los automóviles, los peinados, los sombreros, los pupitres de madera, la lluvia, la nieve acogedoras; cuando no el heroísmo igualitario: chicos y chicas con uniformes impolutos de milicianos, haciendo una guerra que se parecería mucho a una fiesta o a un domingo de excursión si no fuera por esos malvados de bigotito fino y camisa azul o de sotana negra que lo estropean todo. Los buenos, los nuestros, son poéticos, inocentes, entrañables, soñadores, no sexistas. Los otros no sólo son opresores y canallas: también son feos, groseros, machistas, maníacos sexuales, maltratadores de animales.


A lo que rápidamente respondía de forma implícita Julián Casanova


Frente a esa cultura del miedo y del olvido, una parte del cine español, pequeña pero muy significativa, explora hoy con sus imágenes la España de los perdedores. Es una reconstrucción que tiene mucho de recuperación ideológica, de memoria de militancia y de reivindicación de la herencia de los vencidos. Pero es también una lucha contra el falseamiento de los hechos del pasado, la creación de una memoria nueva y ejemplar que difiere bastante del lugar que la memoria ocupaba en las célebres películas de los años sesenta de Carlos Saura, Luis Buñuel o Luis García Berlanga.
...

El presente condiciona y obstaculiza, sin duda, esa recuperación del pasado. Para abordarla, necesitamos del cine, de su eficacia narrativa y del poder de sus imágenes. Un cine que no sea sólo un instrumento de denuncia, sino que aporte también una voluntad de conocimiento, que convierta al pasado en lección de tolerancia para los jóvenes. Recorridos ya esos caminos, debería ser el momento de dejar de lado el impulso reivindicativo, la memoria testimonial de los vencidos, para adentrarse en visiones más críticas y plurales de los horrores que la guerra y la dictadura generaron.



Y significativamente pone como ejemplos del cine sometido al revisionismo del rencor una serie de películas caracterizadas por su mediocridad estética, y olvida la más relevante de los últimos años quizás porque se escapa a la pobreza conceptual del realismo socialista que defiende: El laberinto del fauno.

Si el intelectual mineral es inmune respecto al viento que más sopla, el orgánico es impermeable a la vergüenza ajena.



PD. "Ejercicio muy sociable socialmente" por el que clama el historiador oficialista: Le propuso una revista literaria a varios escritores que escribiesen un artículo sobre si el arte debía manifestar un compromiso social, por lo que les pagarían 200 dólares por 2.000 palabras. Sólo se recurda la respuesta de Nabokov: "No. Me deben 25 centavos". La historia puede ser inventada, pero è ben trovata.

4 comentarios:

Cerco Pya dijo...

Gran artículo de Muñoz Molina, sincero e... inesperado. ¿Abandona la confortable casa zapateril para empezar a ejercer la crítica? Necesitamos intelectuales como él que se decidan a ser ecuánimes.
Totalmente cierto lo que dice en el artículo: la Transición fue una apertura de la veda para el revanchismo. La revista Interviú recuerdo que se distinguió especialmente en aquellos años. Saura lo hizo mucho mejor, con más arte.

Peter dijo...

No es una novedad lo de Muñoz Molina. Ni tampoco lo de Casanova que se ha ido labrando su "carrera" de historiador del régimen desde hace bastantes años hasta llegar a El País. Sustituirá a Santos Juliá (no hay más que ver el número de artículos que escribe como historiador para el periódico en las últimas fechas), ya mayor, y que, a veces, se ha vuelto revoltosillo.

La desverguenza es que 30 años después sigan hablando de reparar con cine, libros, estudios,... algo que llevan precisamente controlando esos 30 años. Los peudohistoriadores como Moa han surgido ante el escarnio que significaban unos departamentos universitarios más parecidos a la nomenklatura franquista que tenían claras las virtudes de la idílica República y sus poéticos anarquistas, comunistas, socialistas,...

Neike dijo...

¿Y no puede interpretarse, simplemente, que en El País escribe gente con ideas distintas sobre la realidad? Que algunos no coincidan con tus ideas no significa que sean "masificados", ni "acríticos".

¿Podría leerse en tu periodico LD algún artículo favorable al gobierno o a los perdedores de la guerra civil? Es una pregunta retórica, obviamente.

Libertariano dijo...

Lo que planteas da para una tesis doctoral. La cuestión para dilucidar lo que sucede reside en analizar cuántos de cada clase, qué espacio y qué lugar se les adjudica, y cuáles tienen más probabilidades de ser apartados si se salen de la doctrina oficial de cada momento.

Al principio del post indicaba que sucede en la mayoría de los medios. Me temo que en todos y que es inherente a la estructura de las querencias.

Mi periódico sería uno en que cupiesen Vargas Llosa, Paul Krugman, Antonio Orejudo y Noam Chomsky. Es decir, lo mejor de lo mejor de cada casa y tendencia.

Un saludo