Desde que se murió Franco, y más allá, el espectáculo sigue siendo el mismo. España, fiel a sus tradiciones: los Real Madrid-Barcelona, el toreo y la lotería. A veces me pregunto si Dios en su transfinita sabiduría me castigará en el infierno con los niños de San Ildefonso cantando una serie infinita de números o con un bucle endiablado de la filmografía completa de Peter Greenaway.
Ayer, mientras corría el cava -el champagne no se emplea en estas tonterías- por Antena 3, llegué a la página 109 de la edición de bolsilo de 1984. Transcribo:
"La lotería, que pagaba cada semana enormes premios, era el único acontecimiento público al que los proles concedían una seria atención. Probablemente había millones de proles para quienes la lotería era la principal razón de su existencia. Era toda su delicia, su locura, su estimulante intelectual. En todo lo referente a la lotería, hasta la gente que apenas sabía leer y escribir era capaz de intríncados cálculos matemáticos y de asombrosas proezas memorísticas. Toda una tribu de proles se ganaba la vida vendiendo predicciones, amuletos, sistemas para dominar el azar y otras cosas que servían a los maniáticos. Winston... sabía que los premios eran en su mayoría imaginarios. Sólo se pagaban pequeñas sumas y los ganadores de los grandes premios eran personas inexistentes."
Y luego no se explican lo de Madoff
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