La bloguera sitiada, a su pesar, y multipremiada, al pesar del régimen castrista, Yoani Sánchez ha diseñado un plan de negocio turístico para visitar Cuba que Raúl Castro, un viejo lagarto pragmático de la estirpe de los que les da igual que el Estado sea grande o pequeño con tal de que funcione (o sea, grande), debería hacer suyo. Porque con el patrocinio del Estado comunista estarían garantizados muchos de sus atractivos para el turista abonado a las emociones políticas fuertes, cuyo kit de supervivencia revolucionaria estaría compuesto de:
la libreta de racionamiento que se le entregaría a cada uno de los que se apunten
cuartuchos en Centro habana, solares en Buena Vista y un abarrotado albergue de damnificados por los huracanes
para sus gastos de dos semanas contarían con el salario medio de un mes: trescientos pesos cubanos
el uso del transporte público sería obligatorio
un pan de ochenta gramos cada día. Quizás y hasta tengan la suerte de alcanzar media libra de pescado
prohibido el subirse a un yate o contratar una tabla de surf
los arriesgados excursionistas obtendrían un diploma de “conocedores de la realidad cubana”
También se podría ofrecer, en el paquete "Comunismo real plus lujo", un desenfadado encuentro con funcionarios del régimen que amenacen con declararte contrarrevolucionario. Y en la modalidad "Y Marx se encontró con Kafka y se tomaron un descafeinado", una estancia incomunicada por un par de días en una lóbrega celda en la que tus carceleros te llaman "gusano capitalista".
Ventajas: conocimiento de primera mano del paraíso comunista, adelgazamiento, ninguna nostalgia cuando al fin llegas a tu hogar burgués, decadente y especulador.
La idea no es nueva. Ya se le había ocurrido al elegante y caústico Preston Sturges en Los viajes de Sullivan. Y la Orquestra Modragón nos invitó a un viaje con atractivos monstruos contra la felicidad
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