"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

martes, agosto 14, 2012

En la muerte de Robert Hughes: Arte y política




La cultura de la queja fue, junto a La derrota del pensamiento de Alain Finkielkraut, el ensayo más lúcido sobre cierta tendencia de la modernidad y el racionalismo a la degeneración intelectual y la debacle moral.  Su autor, Robert Hughes, era un famoso y aclamado crítico de arte conocido tanto por sus opiniones contundentes como por la claridad en la exposición.  Si La cultura de la queja no puede faltar en ninguna biblioteca culta, sección "Política", su recopilación de artículos sobre arte "A toda crítica", su estudio sobre Goya (con el que soñó mientras en coma se debatía entre la vida y la muerte tras un accidente en su natal Australia), su apología del arte norteamericano, su historia del arte del siglo XX o su recorido por Barcelona (de la que era un rendido admirador) son también imprescindibles en cualquier estantería o kindle (en inglés, claro...) que se precie.

Tanto en arte como en política Hughes combinaba la inteligencia con la audacia, la sensibilidad con el rigor.  No suele ocurrir.  Usualmente tanto en arte como en política los filisteos y los necios forman una alianza que se convierte en conjura contra los altos ideales de la(s) Belleza(s) o de la(s) Justicia(s).  Desde los creacionistas a las feministas de género, de los fachas de la caverna a los progres de las cuotas, Hughes nos advirtió contra la extensión de la estupidez entendida como una de las Feas Artes. Tanto Finkielkraut como Hughes combinaban la pasión democrática, la creencia de la Ilustración de que el conocimiento puede y debe estar a disposición del pueblo, con el elitismo epistemológico, la actitud por la que debe ser el pueblo elevado a la cultura en lugar de rebajar a ambos, reduciéndolos a clichés y masa).

Denunciaba, por ejemplo, a las idiotas feministas que consiguieron retirar una reproducción de La maja desnuda de una universidad norteamericana.  Y poco antes de morir tendría oportunidad de enterarse de la extensión de la idiocia de la corrección política a Escocia.




La combinación que hacía Robert Hughes entre arte y política, entre cómo la cultura de la queja influye negativamente en la recepción artística, la dejó bien claro en su pequeño ensayo visual sobre cómo el merchandising llegó al mundo del arte de mano de la Mona Lisa.  Hoy en día no se concibe una exposición artística como la de Hopper en el Thyssen sin sus correspondientes productos a la venta en las cada vez más  grandes anexos comerciales de los museos (aunque, a diferencia de Hughes, no soy tan calvinista sobre este fenómeno)


 

PD.  Su fenomenal repaso por el arte del siglo XX El impacto de lo nuevo también está en versión documental

 PD. En la estela del estilo claro y la profundidad conceptual de Robert Hughes, el libro de Carlos Granés El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales, reseñado por Mario Vargas Llosa, siguen manteniendo la llama de la ironía crítica encendida.

1 comentario:

Anónimo dijo...


Entresacando un par de frases tuyas:

“Desde los creacionistas a las feministas de género, de los fachas de la caverna a los progres de las cuotas, Hughes nos advirtió contra la extensión de la estupidez entendida como una de las Feas Artes”.

“Denunciaba, por ejemplo, a las idiotas feministas que consiguieron retirar una reproducción de La maja desnuda de una universidad norteamericana. Y poco antes de morir tendría oportunidad de enterarse de la extensión de la idiocia de la corrección política a Escocia”.

….hace tiempo que el feminismo, todo él, en su objetivo constructivista de crear la “mujer nueva” y su paradisíaco “estado feminista”, ha sobrepasado la etapa de la “idiotez”, adentrándose de lleno con su reingeniería social en la historia de los más fascismos más totalitarios.

Me alegro por Robert Hughes, fue uno de los primeros en denunciarlo.

Saludos.

Pablo el herrero