"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

miércoles, noviembre 14, 2012

Sobre esa cosa llamada España desde un punto de vista liberal-humanista

Susaeta y un servidor hemos estado desafortunados.  El jugador vasco no tiene claro qué cosa representa cuando juega con la selección de España y yo quiero vender Cataluña a los catalanes. "¿¡Pero es que nadie va a pensar en los niños!?", que diría la esposa del reverendo Lovejoy.  A Carlos Díaz, que tiene el blog Archipiélago Duda, le ha parecido "rotundamente equivocada" mi propuesta liberal a fuer de swifteana de ponerle un precio a la "unidad indisoluble" de la madre patria, que para los catalanistas es más bien "madre paria", y resolver de una vez por todas el problema del encaje de Cataluña con España que como decía Ortega y Gasset es algo que sólo podemos aspirar a sobrellevar.  Pero siguiendo a la huelguista Ayn Rand eso de sobrellevar sacrificialmente, en plan "me duele España", es cosa de cristianísimos y píos espíritus, nada que ver con nuestra spinoziana alegría de vivir.

También era cuestión de "sobrellevar" los matrimonios antes de que la Ley de Divorcio permitiese a las parejas casadas hacer borrón y cuenta nueva.  Entonces también había posicionamientos semejantes al de Carlos Díaz que defendían que el matrimonio era sacrosanto y que permitir el divorcio equivalía a acabar con la familia como núcleo esencial de la sociedad y que, en consecuencia, la anarquía y la anomia se generalizarían hasta el apocalipsis social.  No ha sido para tanto y ahora hasta se pueden divorciar los gays porque ¡pueden casarse! (la señora Lovejoy y Carlos Díaz se echan las manos a la cabeza y al blog).

La metáfora que empleé entonces con respecto a la disolución de una empresa por acuerdo de los socios, o la del matrimonio que se rompe por acuerdo de las partes contratantes, ilumina la cuestión fundamental que se dirime en el asunto catalán: el derecho de una parte del todo a separarse del todo.  Como en la dimensión empresarial o familiar habrá traumas y costes, pero lo relevante es constatar que la empresa, la familia o un país son realidades "sociales", es decir, son lo que queremos que sean ya que dependen de nuestras creencias y actitudes.  Son propiedades emergentes respecto de nuestras contenidos cognitivos y nuestras disposiciones intencionales.  Así que si por determinadas razones alguien no quiere permanecer en una empresa, una familia o una nación lo más razonable es dejar que se vaya (poniéndole un precio, claro, ya que nos casamos por bienes gananciales).

Pero, como indica Carlos Díaz (cuya posición me parece muy buen argumentada y coherente con sus amplios compromisos metafísicos que le llevan a estar a favor de los asesinatos "selectivos" en plan Harry el Sucio y en contra del matrimonio homosexual ad maioren dei gloriam, aunque como he defendido en otro momento se puede ser conservador y, sin embargo, liberal y moderno), la convivencia ha hecho que se establezcan determinados vínculos objetivos cuya ruptura implica que se produzca un reparto de los beneficios y las cargas de la convivencia.  Por supuesto, los catalanistas han propuesto una argumentación según la cual ellos han sido los grandes perjudicados por la relación que quieren terminar.  Puro bullshit, por supuesto.  Desde el lado español cabría argumentar en su contra el proteccionismo que durante siglos se ha impuesto a otras regiones para sostener la industria catalana.  Cada uno recurrirá a su abogado "matrimonialista" y la última decisión judicial seguramente tendría que decidirse en una corte independiente. Lo importante es que al final terminemos ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo y no ante la Corte Penal de la Haya (que es donde terminan los sucios Harrys ios de la vida real, tipo Milosevic)

Usualmente se nos suele objetar a los liberales una visión excesivamente utilitarista y pragmática de la vida, llevados por el "economicismo" con la que solemos plantear los problemas sociales, tan alejado de la visión religiosa que multiplica los entes sagrados que hay que tratar como fines en sí mismos, de la familia (entendida de una manera muy sesgada y particular, a despecho de cualquier consideración científica y antropológica) a la nación ("esa cosa discutida y discutible" como enunció en su día el presidente del Gobierno que se creía en la cátedra académica en lugar de en la Moncloa) pasando por el estatuto humano del feto o la "dignidad" de los "drogadictos" o las prostitutas que les lleva a prohibirles hacer con sus cuerpos lo que quieran.  Ya saben, esos más libertinos que liberales que lo mismo defienden el derecho de los homosexuales, las prostitutas, los separatistas, los "drogadictos" y otras gentes de "mal vivir" a hacer lo que consideran que es parte de su concepto de "vida buena".

Pero no es cierto que el liberal sea un nihilista.  Por el contrario, frente a inflación dogmática de conservadores y socialistas, el liberal es un minimalista metafísico, cree que hay pocos entes y procesos que merecen la pena ser etiquetados de "sagrados", es decir, a salvo de una consideración mercantil, porque cree en la tolerancia y la moderación lo que le lleva a considerar una superposición de creencias metafísicas como aceptables aunque, por supuesto, no comulga con todas ellas.  Por ejemplo, hay quien considera que el matrimonio debe ser exclusivamente entre un hombre y una mujer mientras que otros consideran que el rango de relaciones sancionadas por la ley puede ser más amplio.  El liberal podrá tener una visión particular sobre al asunto pero llevado por el principio de la tolerancia y el talante de la moderación hará una ley que permita que cada cual haga con su vida lo que buenamente entienda como mejor.  A Carlos Díaz eso le parece libertinaje y como en el caso de la "realidad nacional" no sólo no entiende que haya otras concepciones diferentes de la suya respecto de lo que es "matrimonio" sino que pretende prohibirlas.  Tanto en su aproximación metafísica al concepto de "nación" como al concepto de "matrimonio", por no hablar del de "asesinato", así como en su talante intolerante y prohibicionista, es un buena piedra de toque de en que se diferencia un conservador como él de un liberal como yo.

En mi caso, no me gustan los nacionalismos étnicos ni lingüísticos por lo que no simpatizo políticamente ni con catalanistas ni españolazos, que quisieran imponer una visión unidimensional de lo que entienden respectivamente por "Cataluña" y "España", pero no por eso dejan de parecerme razonables.  Los combatiré dialéctica y políticamente pero por muy alejados que estén de mi visión cosmopolita a fuer de individualista no consideraré que han cruzado un punto de no retorno en lo que sí atenta a una visión humanista de la realidad humana como es el nazismo. Carlos Díaz considera que es una incoherencia que no haya llegado al último límite de la tolerancia, que consiste en ser tolerante con los intolerantes, pero es precisamente su falta de capacidad de los matices, su visión maniquea en cuanto que reduccionista que únicamente es capaz de pensar según las categorías de lo "verdadero" o la "falso", sin apreciar las múltiples variedades de gris epistemológico que se da entre ambas, lo que le lleva despreciar a los nacionalistas catalanes sin darse cuenta de que él incurre en los mismos defectos que critica, únicamente variando el tamaño de la franja rojigualda que enarbola.



5 comentarios:

Carlos López Díaz dijo...

Comprendo ahora mejor algunas de nuestras diferencias y coincidencias. Tú estás a favor del asesinato selectivo del feto, pero no del de Bin Laden. Yo, al revés. Tú crees, como Zapatero, que la nación es un "concepto discutido y discutible". Yo también, pero en el caso de Cataluña.

Un saludo zin acritú,
Carlos LÓPEZ Díaz

Marta dijo...

Estimado Carlos:

No creo que ése sea el mensaje que Santiago ha querido transmitir. Antes bien, y no sin caer en cierto reduccionismo (por cuanto reduce a la mínima expresión un fenómeno con muchas aristas), el Sr. Navajas, a mi entender, expresa su idea de España desde su cosmovisión liberal-humanista. Lo que se discute son los pobres y malsanos argumentos que a menudo esgrimen defensores y detractores del concepto de Nación (española), que algunos de los segundos rubricaron en la Carta Magna. Lo que nadie o muy pocos se preguntan es por qué se ha permitido que España se escorase impunemente hacia la deriva soberanista. Más aún, por qué nadie lo ha impedido, ni representantes, ni representados, ni electores y elegibles. Ahí queda eso.

Gracias,


Tomás (CineHistoria).

Anónimo dijo...

Personalmente creo que Don Santiago ha dejado deslizar su liberalismo por la resbaladiza pendiente de la prosopopeya en esta entrada. Recurrir a negociaciones entre España y Cataluña significaría dotar de voluntad propia a unas instituciones cuando este atributo solo es propiedad de las personas. Fueron estas personas (como conjunto y subconjunto) las que decidieron el marco normativo en el que se desenvolverían y deberían ser las mismas las que decidieran terminarlo...

Libertariano dijo...

Por supuesto, sin acritud, lamento la deriva soberanista como dice Tomás que apunta en la dirección correcta: la incapacidad de todos para conseguir que esta situación de tensión no se diese. En el límite, como los EEUU, tanto hacia fuera o hacia dentro, no hay más remedio que llegar a las manos de una guerra. Pero eso es lo precisamente lo que propongo evitar y conseguir si no el resultado óptimo, la no independencia, al menos el resultado menos malo, que es la humilde "utopía" liberal": conseguir el mejor balance económico para España y el mejor balance en derechos lingüísticos para los castellanohablantes en Cataluña.

Nada de voluntad de las instituciones, obviamente (liberalmente obvio). Son los ciudadanos los que votan, deciden sus marcos normativos en una dinámica cambiante. Me gusta mucho el período de la guerra de Secesión norteamericana y los argumentos que allí se manejaron para el derecho a la secesión de un territorio y el derecho a recurrir a la guerra para impedirlo me parecen ejemplares, para lo bueno y para lo malo. Unos se basaban en la Declaración de Independencia, otros en la Constitución. Al final, hubo una guerra brutal...

Cine Raro.com dijo...

Muy de acuerdo con el autor. Felicidades.