"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

viernes, enero 03, 2014

¡Muérete Woody Allen! (sobre Blue Jasmine)

Éramos muchos los que pensábamos, tras sus últimas películas, que Woody Allen mejor se hubiera muerto (cinematográficamente hablando) que sufrir esta agonía europea de ilustrador de monumentos en que se había convertido su carrera de Premio Príncipe de Asturias.  Dado que Europa se ha convertido en un balneario de jubilados a la búsqueda de un entretenimiento banal a la altura de su falta de espíritu vital, tenía cierta lógica (perversa) que el viejuno Woody Allen se arrastrara de Barcelona a Roma pasando por París, recibiendo palmaditas en el hombro y pisando hoteles decimonónicos de estilo neoclásico.


Pero Woody Allen ha vuelto a los Estados Unidos.  Y con Blue Jasmine, a medio camino entre su Nueva York y San Francisco, ha recobrado la fuerza cinematográfica, como un príncipe Namor que se zambullese de nuevo en el océano tras una estancia demasiado prolongada entre los decadentes y córruptos terráqueos.


En la senda de sus cuentos morales más densos, entre los que destacan Otra mujer y Delitos y faltas, Blue Jasmine es una película llena de conceptos éticos, políticos y económicos envueltos en metáforas humorísticas.  Es fascinante contemplar cómo Woody Allen se incorpora a la discusión contemporánea de multitud de temas de la forma en la que un artista puede hacerlo: planteando problemas, apuntando posibles soluciones sin convertirlas en dogmas, rechazando maniqueísmos y siendo extremadamente comprensible con todo el mundo sin llegar a ser condescendiente.


Desde las dos hermanas adoptadas que siendo genéticamente diferentes, y siendo conscientes de su diferente potencial, resultan, sin embargo, tan parecidas al genio de las finanzas y marido ejemplar que, contra toda la evidencia, se revela como un genio de la estafa piramidal e infiel en cadena, Blue Jasmine es una película fundamentalmente sobre los mecanismos de la mentira y el autoengaño, de cómo nos engañamos a nosotros mismos, tanto en cuanto que individuos como sociedad en el conjunto.  Con la crisis económica de fondo, Blue Jasmine es la otra cara de la moneda de Margin Call.  Y con la película sobre la caída de uno de los principales bancos de finanzas al inicio de la crisis económica que nos asola todavía, Blue Jasmine constituye un extraordinario díptico para comprender lo que nos ha pasado.  Enfoca al estafador piramidal Madoff pero situando el plano, de forma genial, en todos aquellos que pudieron rodear al estafador de miles de millones de dólares, aquellos que tuvieron que saber pero que se negaron a ver la evidencia que tenían ante sus narices porque prefirieron creer una mentira provechosa antes que una verdad inconveniente. Una borrachera continua de dinero fácil y palabras bonitas que acabó como acabó.



Para el espectador español es especialmente divertido, en su vertiente patética, imaginar como verán esta película Iñaki Urdangarín y la infanta Cristina, por una parte, y Julián Muñoz, Isabel Pantoja y Mayte Zaldívar, por otra.  El engaño dentro de la familia funciona como una proyección metafórica de la mentira del enriquecimiento rápido basado en la "magia" financiera de la creación espuria de dinero en lugar de en el trabajo creativo e innovador.  Es sintómático como la pija y parásita Jasmine desprecia a un pretendiente dentista, un trabajador manual al fin y el cabo, por los mucho más glamurosos y espumosos financieros y diplomáticos, tan elegantes como vacíos, tan pretenciosos como banales.

Magistral retrato de una época, Blue Jasmine sería imposible sin una interpretación inspirada desde Cate Blanchett hasta el último de los secundarios, en lo que sigue siendo una de las marcas de la casa de Woody Allen: una dirección de actores soberbia que se basa, paradójicamente, en  que hagan, aparentemente, lo que mejor les parezca.  Y como buen cinéfilo, Blue Jasmine también tiene el valor añadido de resultar una Historie(s) du cinèma que forma parte de ella misma: de Un tranvía llamado deseo a Desayuno con diamantes pasando por Una mujer bajo la influencia, Woody Allen se sitúa a sí mismo en una línea que conscientemente se sitúa en la mejor tradición del cine teatral norteamericano, en la senda clásica de Kazan, renovadora de Edwards y revolucionaria de Cassavetes, en una síntesis tan magistral como definitiva.

Así que Woody Allen hazte un favor, háznoslo a nosotros y no te mueras nunca

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