"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

jueves, abril 07, 2011

Sostres, un chico monstruoso

¿Es legítimo torturar?  En España plantear siquiera esta pregunta puede ser motivo de que tu familia te expulse del seno hogareño, te despidan del trabajo, los amigos dejen de hablarte y cualquiera por la calle pueda escupirte.  Si además encuentras un hueco entre deprecio y gargajo para responder que "sí" o que "depende" entonces date por muerto:  te ametrallarán en twitter a 140 carácteres por segundo.  Ese enorme patio de vecinos virtual y cibernético se ha transformado en un ágora que como la ateniense tiende a la demagogia, el populismo y el linchamiento del disidente.

La democracia ateniense se cargó a Sócrates por "corromper a los jóvenes".  Y es que el que sólo sabía que no sabía nada sabía demasiado bien como introducirse en la cabeza de los éfebos griegos para allí dejar memes peligrosos que incubaban en la forma de escepticismo, ironía y puesta en cuestión de los lugares comunes.

Salvando las distancias, las redes sociales se han convertido en una nueva democracia directa en la que triunfan los sofistas, los superficiales, los advenedizos que saben como twittear a favor de corriente.  Y su última víctima, el vitriólico, mordaz y deslenguado Salvador Sostres, un tipo al que merece leer porque provoca casi siempre con unos argumentos tan bien hilvanados como intempestivos y equivocados.  Pero es mucho mejor disentir de un tipo tan inteligente que estar de acuerdo con el habitual clon banal que pulula por twitter, facebook y otros medios de comunicación.

Sostres es tan mosca cojonera que incluso cuando escribe un artículo "políticamente correcto" los zombis de no-me-toques-que-llevo-chanclas (progres, opusdeístas, feministas, ecologistas, vaticanistas) le quieren devorar hasta los higadillos.  Porque lo que defiende el escritor catalanista que publica en la lengua que detesta es que el rumano que mató a su novia es, después de todo, un chico normal.  Es decir, el abc de la ideología penal y penitenciaria moderna desde el bueno de Cesare Beccaria y que se remonta a, de nuevo nos encontramos con el feo seductor, Sócrates: no hay personas malas, sólo ignorantes.  Y por tanto no hay que castigar sino rehabilitar, reeducar, resocializar, reinsertar y muchos más verbos que comienzan por "re".

Si no fuese el (presunto, será por hojas de fumar ahora que toca dejar el inefable vicio) asesino alguien "normal" y hubiese que catalogarlo como un "monstruo" habría que matar al rumano como se mata a los rottweilers a los que se les va la olla.  En estos casos, no hay lugar para la reeducación.  Ni ganas.

Permítanme para terminar que discuta un par de aspectos del artículo de Sostres con los que no estoy de acuerdo (si no fuera porque se publicó y ahora, que ha sido censurado en el mundo.es, porque se puede duplicar fácilmente en internet no podría re-pensarlo).

En primer lugar, este párrafo, tan vulgar que parece mentira que hay sido escrito por alguien normalmente tan fino en la barbaridad como él:

Ni puedo justificar ni justifico un asesinato, ni cualquier forma de maltrato tenga consecuencias más leves o más graves.  No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien, ni que puedan servir siquiera de atenuantes en el juicio.


Y es que Sostres imita mucho mejor a Sócrates que a Jesús de Nazaret, el que aconsejaba poner la mejilla en cualquier circunstancia, lo que no parece un criterio de estrategia moral muy complejo que digamos.  Seguro que si Sostres lo piensa durante tres segundos se le ocurren un par de argumentos que justifican un asesinato o un maltrato (¿defensa propia?, ¿ticking bomb?)


El otro argumento que no comparto no es el que ha esgrimido Pedro J. Ramírez para censurarlo.  Todo lo contrario.  Poner encima del tapete la violencia psicológica como un tipo de violencia, dentro de la taxonomía de los diferentes tipos de violencia, es algo trivial para cualquiera que, como presume de haber hecho el director de El Mundo, haya leído a Shakespeare y sus magníficos violentos de palabra (Yago, Ricardo III, Lady Macbeth) enredados con los violentos de la acción (Macbeth, Otelo, Titus Andronicus).

Mi disconformidad con Sostres reside en algo que aunque niega insinúa:  el chico sí que es un monstruo. Un monstruo poseído por monstruos, entre otros el de los ojos verdes que decía Shakespeare (vale, los celos, por si alguien no es tan shakespeareano como Pedro J. y su seguro servidor).  ¡Qué magnífica descripción hace Sostres de esa batalla campal que se libra en nuestro interior entre el bien y el mal, si nos ponemos religiosos, entre el sistema límbico y el córtex, si nos apuntamos a la neuromoda!




Espero que si algún día me sucede algo parecido disponga del temple suficiente para reaccíonar quemándome por dentro si que el incendio queme a nadie más. Pero me reconozco en el dolor del chico, en su hundimiento, en su caída al fondo de sí mismo oyendo las explicaciones de su novia. Me reconozco en su desesperación, muy normal y nada monstruosa: en su herida, en su desgarro. Quiero pensar que no tendría también su reacción, como también lo quieres pensar tú. Pero, ¿podríamos realmente asegurarlo? Cuando todo nuestro mundo se desmorona de repente, cuando se vuelve frágil y tan vertiginosa la línea entre el ser y el no ser, ¿puedes estar seguro de que conservarías tu serenidad, tu aplomo?, ¿puedes estar seguro de que serías en todo momento plenamente consciente de lo que hicieras?

El quid de la cuestión no está por tanto en defender su normalidad en línea con la normalidad común. Más bien, en reconocer su estado de monstruo al lado de nuestra propia monstruosidad. Y en rezar para que cuando estemos en esa misma situación límite -tu novia embarazada de otro, te deja- estemos entrenados lo suficiente en la ironía socrática para soltarles, en lugar de un puñetazo:












PD. La mejor película que se ha hecho nunca sobre la dicotomía normal-monstruo dentro de una perspectiva irónicamente antisocrática ha sido Perro blanco de Sam Fuller. Bestial.


2 comentarios:

Zuppi dijo...

La verdad es que he leído el artículo de Sostres y no entiendo el revuelo que se ha formado. Es más diría que ya he leído otras veces la idea de que cualquier persona normal en ciertas situaciones puede perder la cabeza y hacer una barbaridad.
¿Qué pasa, que consideran que lo que dice Sostres es que la culpa de que la maten es de la chica por hacer sufrir a su asesino? ¿y si alguien dice que un niño mata a sus padres por regañarle por las notas, quiere decir que la culpa es de los padres? ¿o que si alguien dice que mataron a alguien por una deuda la culpa es del deudor?
Señalar que existe un motivo no es considerar que el motivo justifique la acción.

Ana Octubre dijo...

El problema no es que señale el motivo, el problema es que a este señor le gusta meter el dedo en heridas ajenas.
Y que si quieres hacer un artículo tal, no necesitas a dos muertos entre medias para hacerlo. Pero sin publicidad no le gusta.
Eso es lo que a muchos nos repugna de Sostres, no lo que dice, aunque a veces tiene tela, si no la necesidad de que sea público y morboso.