El cementerio de Llofriu está cerrado pero la llave de hierro que abre el portón cuelga del portal de la casa inmediatamente anterior. El recinto es pequeño, a juego con el gigante humilde que está enterrado allí. En Japón llevan botellas de vino a Ozu, un gran bebedor, y Josep Pla no se merece menos. Acompaño al vino de la tierra (Candidato) un paquete de cigarrillos (Nobel, claro) y un diario (El Punt Avui) para que se envenene un poco con sus dos drogas favoritas, el tabaco y el periodismo. Mal ya no le pueden hacer. Al salir estoy un poco perdido buscando la masía donde vivió sus últimos años. Paro un coche, un Renault Megane, y por fin me encuentro con Gurb que ha tomado la forma de Rosa Regás (¡lo juro!), la cual amablemente me lleva hasta la masía ahora convertida en cuatro viviendas, cuyos habitantes, seguramente con buen criterio, no me dejan visitar.
PD.
PD. Esto lo escribió Pla en 1979, pero viene que ni pintado para Podemos, sobre todo el final: «La izquierda ha hecho siempre lo mismo: su aberración de la realidad del país la mantiene, como siempre, en su ignorancia antediluviana. Hablan mucho, pero no dicen nada. [...] Quieren ante todo ganar las elecciones y, una vez sentados en sus poltronas, hacer todo lo contrario de lo que han prometido». Pla se partiría de risa escuchando a Errejón tuiteando sobre "hegemonía" y a Pablo Iglesias sobre "centralidad" para ocultar sus ideas de extrema izquierda marxista, no se vayan a asustar los votantes moderados que les pueden llevar al poder. De todos modos progresamos pinkerianamente. Si durante la II República tenían a la URSS como modelo hoy en día, más humildes (y aburguesados, todo hay que decirlo que nuestras buenas becas nos ha costado), se conforman con Venezuela.
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