"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

sábado, diciembre 04, 2004

El lobby de la "excepción cultural"

García Berlanga es una rara avis dentro del panorama cinematográfico español. En primer lugar porque es un buen director de cine. En segundo lugar porque es el único que se opone a que el arte cinematográfico se convierta en un pesebre subsidiado del poder político. Ha defendido que el lugar en el que reside la supervivencia de un arte es en el mercado, y que son los diferentes y heterógeneos públicos los que deben "votar" cuales son los mejores, y no las pseudoilustradas ministras que premian a los que le son más fieles y aduladores, por ejemplo, el director de cine Fernando Trueba, cuya miseria moral quedó de manifiesto al participar en la defenestración de Víctor Erice, sustituyéndolo, en el proyecto de El embrujo de Shangai, y que confiesa: "yo copiaría su (de Francia, ¿cómo no?) modelo de financiación del fondo de protección con un impuesto sobre las entradas. Los americanos se echarían encima, ¿y qué? Eso quiere decir que es bueno para el cine español, y para el europeo. Creo que ese sería el modelo ideal para el cine en todo el mundo"

Una muestra de la engañifa estatalizadora y del absurdo burocrático del nacionalismo más rancio se ha producido con la nueva película de Jean Jacques Annaud. Una película en la que casi todos los intervinientes son europeos pero a la que le ha sido denegada la condición de "excepcionalidad cultural" debido a que la norteamericana Warner Bros. ha intervenido en la producción.

Una vez más se muestra el racismo cultural y el resentimiento de fracasados que anima a los abanderados de la denominada "multiculturalidad". El multiculturalismo es la bandera agitada por los que detestan la libertad, en este caso la libertad de productores y espectadores para realizar y disfrutar, respectivamente, de las películas que prefieran. Frente a la alternativa de la libertad, las Karmen Kalvo de turno pretenden una sociedad monitorizada desde sus despachos, en los que su rancio gusto y su atrabiliaria corrección política va a conseguir que la etiqueta de "cine español" sea considerado un apestado, y el cine norteamericano, que más quisieran, una delicatessen de mercado negro.

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