"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

jueves, diciembre 02, 2004

Nuestro hombre en Beirut

Stone es un tipo con tendencia a tropezar en la misma piedra. En su caso, los tiranos mesiánicos. Llevado por un narcisismo a prueba de vergüenza, Stone se ha puesto detrás y delante de la cámara para hacer documentales al servicio figuras carismáticas. Comenzó con el dictador caribeño, al que le reía gracietas al estilo de que las prostitutas cubanas tienen, pobre consuelo, título universitario. Los españoles e italianos que han sustituido a los norteamericanos como los puteros de las jineteras podrán así, además de aliviarse, elevar su nivel cultural.

Su otro documental fue paradójico, ya que a pesar de ser un fracaso objetivo resultó mucho más interesante. Si en Comandante la presencia de Castro es apabullante hasta el agobio –el egotismo de Stone resulta un pigmeo al lado del culto a la personalidad que se regala el cubano-, en Persona non grata Yaser Arafat brilla por su ausencia. Es patético comprobar el ninguneo al que el líder palestino somete al director. Día tras día Stone se encuentra con la misma respuesta: “Vuelva usted mañana”. Cuando cree que la entrevista es inminente lo único que consigue es que Arafat le estreche la mano, rodeado de multitud de pasmarotes. Sin embargo, la imposibilidad de acercarse a hablar con Arafat termina por convertirse, involuntariamente, en un acierto, ya que sirve para ilustrar mejor que cualquier entrevista banal el carácter huidizo y ambiguo del Moisés palestino que no llegó a pisar el Estado prometido.

Mientras, Stone entrevista a todo el mundo: a Simon Peres y a un líder de Hamás (que se niega a estrechar la mano a la traductora de Stone, una libanesa católica), a Netanyahu y a... Moratinos. Encontrarse con el actual ministro de Asuntos Exteriores, por lo menos en el momento en que escribo estas líneas, cuando era el representante de la UE en Israel y Palestina sorprende porque ya entonces se podía adivinar su profunda superficialidad, la ligereza de los clichés que hace pasar por pensamientos, la ideología tercermundista que lo anima. Stone le pregunta, cito de memoria: “¿y usted, español, con quien se identifica?” a lo que el rápido y original diplomático contesta: “Don Quijote”.

No estaría mal intentar acabar con la maldición cinematográfica que pesa sobre la obra de Cervantes. Lo que no consiguieron ni Orson Welles ni Terry Gilliam quizás lo consiga Stone. Pero el que sería la encarnación perfecta del loco idealista de la Mancha sería el taramba ideológico de La Habana, que podría replicar fácilmente la jerga de la caballería quijotesca con su proverbial cháchara “revolucionaria”. Moratinos tendría que conformarse con un papel secundario, el de Sancho Panza. Pero cuidado con la competencia: Maradona, Hugo Chavez o García Marquez hacen cola para el casting.

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