"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

domingo, febrero 12, 2006

Deleuze, Ferlosio, Jehová

A los postres ha surgido el tema de las viñetas. B., que es musulmán, se mostraba contrariado por la publicación de las mismas. Pero todos, de izquierdas y de derechas, cristianos y musulmanes, hasta algún liberal materialista y agnóstico que devoraba más tiramisú que nadie, estábamos de acuerdo en que el único conflicto real se da entre fanáticos y racionalistas.

Moderación, respeto a las creencias, autocontrol, pensar en las consecuencias... Puede ser que los tibios tengan razón, y los radicales a favor de la libertad de expresión y de pensamiento nos estemos pasando y olvidemos factores realistas que empujan a ponerle puertas al campo. Desde nuestro punto de vista, ahítos de tiramisús, es cierto que el suicidio de Sócrates, cuando tuvo la oportunidad de salvarse en el juicio y de exiliarse después, parece exagerado; como se pasó tres pueblos Giordano Bruno al enrocarse ante la Inquisición por quítame allá un infinito; por otra parte, ¿qué se le había perdido a Miguel Servet en la Ginebra de Calvino?. Y está claro que Tomás Moro, bajo su manto de moderación, no era más que un soberbio montado en sus principios.

En algún sentido el sacrificio de todos ellos se nos aparece hoy en día como un arrebato de chulería un tanto demoníaco y sinsentido. Nos lo explicó Deleuze en el libro dedicado al más chulo de todos.

Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía.

Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la de filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las victimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quien, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto?.

La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran...pero ¿quién a excepción de la filosofía se lo prohibe?


El texto completo. Deleuze evidentemente se refiere a algo más elevado. Pero aún en un asunto tan aparentemente trivial nos puede servir su reflexión.

Los lugares del pensamiento son las zonas tropicales, frecuentadas por el hombre tropical. No las zonas templadas, ni el hombre moral, metódico o moderado


Sánchez Ferlosio, con la contundencia y el rigor conceptual que le caracteriza, lo explicó meridianamente (en lugar de "cristianos" póngase la religión favorita. Gracias, Pascual)

Si con "toda opinión es respetable" sólo quiere decirse que no hay que echar las zarpas hacia la yugular de quien sustente lo que uno tiene por plausible, entonces "vale", como dicen hoy; pero si lo que implícitamente se propugna es que hay que comedirse en las palabras de la controversia, digo que ninguna opinión es respetable, que todas han de ser atacadas con toda la apasionada subjetividad que es propia del más libre y más genuino entendimiento. En esto es especialmente ofensiva la actitud de los cristianos, a quienes los resabios de una larga hegemonía les hacen pretender como legítima una asimétrica exigencia de respeto para sus creencias. ¡Qué usurpación más inaudita la de quienes habiendo proscrito y aun quemado durante siglos los libros de los impíos quieren ahora confiscarles virtualmente la Sagrada Biblia, reclamando para sí el monopolio del derecho a administrar en exclusiva su lectura y su interpretación! ¡La Biblia es mía y no dejaré que me usurpen el derecho de blasfemar del iracundo barbudo del Sinaí, la más terrible tempestad que jamás precipitó sobre las cabezas de los hombres, ni de invocar por mío, y tal como yo quiera, al niño de Belén o a Jesús de Nazaret .


Rafael Sánchez Ferlosio (Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, Barcelona, 1993; pp. 140-141)


El problema viene, para las personas religiosas en Occidente y Oriente, de tomarse demasiado literalmente a su Dios

10 Entre los israelitas apareció un hombre, cuya madre era israelita y su padre egipcio. Al suscitarse una pelea entre este último y un israelita, 11 el hijo de la israelita blasfemó contra el Nombre, pronunciando una maldición. Entonces lo llevaron ante Moisés –su madre se llamaba Selomit, hija de Dibrí, y era de la tribu de Dan– .

12 Y el hombre fue puesto bajo custodia, hasta tanto se pudiera tomar una decisión en virtud de un oráculo del Señor.

13 El Señor dijo a Moisés: 14 "Saca al blasfemo fuera del campamento; que todos los que lo oyeron, pongan las manos sobre su cabeza, y que toda la comunidad lo mate a pedradas.

15 Luego di a los israelitas: ‘Cualquier hombre que maldiga a su Dios, cargará con su pecado. 16 El que pronuncie una blasfemia contra el nombre del Señor será castigado con la muerte: toda la comunidad deberá matarlo a pedradas. Sea extranjero o nativo, si pronuncia una blasfemia contra el Nombre, será castigado con la muerte’".

Levítico 24, 10


En Así en el cielo como en la tierra, José Luis Cuerda convirtió un pueblo español en el mismí­simo cielo. Mmás especificamente el cielo que hay justo encima d eEspaña. Dios (Fernán Gómez) es el alcalde, San Pedro (Paco Rabal) es el Guardia Civil, Jesucristo (Jesús Bonilla), un trasto envidioso al que nadie hace caso. El Apocalipsis es un desastre... Pero nadie se atrevió a amenazar de muerte a Fernando Fernán-Gómez.



Mientras, Vargas Llosa casi se echa a llorar contemplando el talante de algunos.

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