A un lado, los partidarios de la última estrella rutilante de la izquierda europea, Slobodan Milosevic, Handke y Kusturica. Al otro, los censores laicos.
A ver lo que haría Hamlet con esta cuestión: o con los comunistas genocidas o con los censores de todo aquello que no sea políticamente correcto. Desde un punto de vista liberal la cuestión es oscuramente meridiana: taparse la nariz y permitir, faltaría más, que la obra de Handke se estrene. Quién esté libre en su biblioteca de la obra de Quevedo, Céline, Brecht, Jünger o Rafael Alberti que levante la primera hoguera.
Una consideración tangencial. Vargas Llosa decía hace unos días que la ficción nos ayuda a ser más libres. Si tenemos en consideración a Milosevic, a Karadzic, a Handke... mejor que el optimismo literario del defensor de las mentiras que nos conducen a la verdad, el pesimismo lúcido de Voltaire
La civilización no suprime la barbarie. La perfecciona
Una postdata afrancesada: la decadencia francesa es irreversible. De affaire en affaire.
Un último apunte. El juicio a Milosevic ha sido otra muestra del fracaso de las políticas bienintencionadas pero poco inteligentes. Se le permitió incluso defenderse a sí mismo, lo que ha contribuido a su victimismo televisivo y al aumento de su carisma. Finalmente con su suicidio lo han convertido en un mártir. Y si un poeta no puede ser realmente bueno simpre puede convertirse en un poeta-nacional. Handke es el poeta-cuervo que se alimenta de la carroña nacionalista y comunista que dejó tras sí Milosevic.
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