André Bazin, que ya había escrito la teoría de esa crueldad, la encontró tan estrechamente ligada a la esencia del cine que la convirtió en "su cosa". A Bazin, aquel santo laico, le encantaba Historia de Luisiana de Flaherty porque se veía a un cocodrilo comerse un pájaro en tiempo real y en un solo plano: demostración cinematográfica y montaje prohibido.
Maldita tecnología, malditos efectos especiales. Ya no se respeta nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario