"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

miércoles, octubre 22, 2008

El honor perdido de Baltasar Garzón

Al fiscal Javier Zaragoza, que se ha opuesto en un escrito ejemplar a las actuaciones del juez Baltasar Garzón sobre la causa general contra el franquismo, le han crucificado en los comentarios de El País. A saber:


El fiscal Zaragoza es un huelelé de sacristía, un trepilla cutre y mediocre

Quien es el fiscal, no será Fungairiño Bahamonde Mola?

Fusilar es un delito común?, creo Javier Zaragoza y quienes le apoyan quieren ocultarnos algo

Este fiscal ¿Es chileno, de esos que defendían a Pinocho?





La culpa es de El País, que ha faltado a su inveterada costumbre de clasificar a jueces y fiscales en conservadores o progresistas para que así sus lectores zelotes sepan a qué atenerse. Resulta que Javier Zaragoza es un fiscal de indudable pedigrí progresista. Además, fue el candidato personal de Conde Pumpido al puesto y se opuso a otro superjuez, Gómez de Liaño por cuestiones estrictamente jurídicas. Este hombre me recuerda a los profesionales hawksianos, como John Wayne en El Dorado, a los que no les temblaba el pulso a la hora de cumplir con su deber, caiga quien caiga y aunque su amigo sea Platón. Por si fuera poco resulta ser amigo de Baltasar G., al que advirtió que tendría que ir contra su pretensión inquisitorial porque un funcionario al servicio del Estado, y en cuanto funcionario, tiene que anteponer su deber profesional a sus querencias ideológicas.

(En El honor perdido de Katharina Blum, ésta era encontrada en compañía accidental de un terrorista, y la masa brutal, los periodistas chacales y los jueces justicieros la convertían en chivo expiatorio de su miedo a los bárbaros. Pero, aunque lo pretendan, no es el fiscal el que finalmente perderá su honor)

Pero al margen de los comentarios de los lectores inquisidores, cargando sectariamente contra el fiscal suponiendo que no es de su cuerda porque no traga con las ruedas de molino, Josep Ramoneda convierte la instrucción de Garzón en un criterio de demarcación entre la izquierda democrática, culta, civilizada y tal, por un lado, mientras que los que se opongan a la arqueología como una nueva rama del Derecho (o, de paso, a la mixtificación de la denominada "memoria histórica") pertenecen a la derecha histérica, franquista, vulgar y tal. El problema de Ramoneda y su escrito panfletario y maniqueo es que entonces tacha de derechona histérica a Luis Mateo Díez, Tzvetan Todorov, Javier Marías...

Termina Ramoneda con esta asombrosa frase:

La tradición política e ideológica de la derecha española pasa por el franquismo.


Tanta miopía y tanta maldad revela un rencor y un resentimiento que creía superado. Pero las acciones legales de Baltasar G. está despertando el dragón del guerracivilismo. La tradición política e ideológica de la derecha es tan ambigüa, fuzzy, retorcida, heroica y miserable como la de la izquierda, que también pasa por el gulag, la checa, las sacas y los paseos a la luz de la luna, las plumas cambiadas por pistolas y los poetas convertidos en asesinos.

No ha sido el fiscal Javier Zaragoza el que ha perdido el honor aunque en las páginas de El País lo hayan arrastrado por el fango. Tanto Garzón como Ramoneda, en sus ámbitos de influencia, deberían repasar el prefacio de Huxley a Un mundo feliz, su distopía en el que los científicos progresistas y totalitarios se apellidan Marx y Trotski, y las mujeres se llaman, por ejemplo, Lenina. Allí dice Huxley:

Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse


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