"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

martes, abril 05, 2005

Ajmátova (I): Poemas incinerados

En 1945 el representante diplomático del Reino Unido en la URSS visitó a una poeta en Leningrado. Isaíah Berlin conversó con Anna Ajmátova durante veinte horas. Ella leyó para él Réquiem.

Hace un par de años Círculo de Lectores editó una colección de novelistas y poetas aplastados por la represión comunista. La mayor parte de ellos, como Mandelshtan o Bulgakov, murieron en los campos de concentración soviéticos. Otros como Pasternak intentaron hasta el final de sus días avisar a Occidente de lo que estaba sucediendo en su patria, pero casi todo el mundo prefirió mirar hacia otro lado. Los que no le hicieron – Bertrand Russell, Albert Camus, André Gide – tuvieron que aguantar las campañas de desprestigio del “comité de sabios” de turno.

Ni un salmo fúnebre se escucha
cuando se entierra una época,
ortigas y cardos
tendrán que decorarla.
Sólo los sepultureros trabajan
con valor. ¡El quehacer no espera!
Y el silencio es tanto, Señor,
que se oye cómo pasa el tiempo.
Algún día resurgirá
como cadáver sobre un río en primavera,
pero la madre no reconocerá al hijo,
y el nieto en su desencanto, dará la espalda.
Y las cabezas se inclinan más bajo,
la luna se balancea como un péndulo.

Así, así es ahora el silencio
sobre París moribunda.




Ahora, con el Réquiem descatalogado, publican una antología de poemas de la rusa, Soy vuestra voz. Los principios del acmeísmo (corriente poética de hermosas resonancias para los fans de Chuck Jones) quizás encuentran en la Ajmátova su expresión más nítida: restituir el valor semántico a las cosas (imagino a los comunistas aullando), que estas fueran por sí mismas y no por asociación con otras (al diablo Marx y su dialéctica enredada), el retorno a la sobriedad clásica (está claro: una reaccionaria pequeñoburguesa), la precisión del sentido (frente a la charlatanería de la vulgata marxista), la exaltación de lo bello (ahora es peor: se rebela contra el gran rebelde. Recordemos que antes de Duchamp fue Rimbaud (pero éste tenía talento)) y el predominio de la realidad cotidiana en contraposición al misticismo simbolista (lo que supone disparar de nuevo contra Verlaine, pero esta vez con mejor puntería).

I
Y aquel a quien considero maestro,
pasó como una sombra sin dejarla,
consumió todo el veneno, bebió todo este sopor,
espero la gloria sin recibirla,
fue presagio, augurio,
a todos consoló, la angustia de todos aspiró
y se ahogó...

II

De profundis... Mi generación
probó poca miel, y es por ello
que sólo el viento silba en la lejanía
y la memoria sólo canta a los muertos.
Nuestro quehacer no fue concluido,
nuestras horas estaban contadas.
Hasta el anhelado límite de las aguas,
hasta la cumbre de la grandiosa primavera,
hasta el florecimiento rabioso
quedaba sólo suspirar...
Dos guerras, mi generación,
Iluminaron su terrible camino.


La edición es bilingüe, ahora sólo queda encontrar a alguien que lea ruso para comprobar como suena (yo ya lo he encontrado)

Once años más tarde Berlin regresó a la Unión Soviética, pero Ajmátova prefirió no verlo. La vez anterior, a raiz del encuentro (definitivamente contrarrevolucionario) la publicación de sus obras fue prohibida, la expulsaron de la Unión de Escritores, su hijo Lev fue arrestado otra vez...

Anna Ajmátova nació en San Peterburgo, y murió en Leningrado, aunque sus restos descansan, de nuevo, en San Peterburgo. Para que luego digan que no existe el progreso (un salto atrás, dos adelante)

1 comentario:

Anónimo dijo...
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